Capítulo 25: Las promesas se cumplen

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—¡Ya llegué! —canturreó Meghan a la vez que entraba a mi habitación con una bolsa en mano—. Y traje comida del Bing's. Pasé una infinidad de tiempo en el transporte público para conseguirla, así que más vale que comas y lo valores, perra.

Me puse a llorar en cuanto terminó de hablar. Meg soltó un bufido y se recostó a mi lado para abrazarme.

—¡Lo voy a matar! Odio verte así.

—Lo extraño —sollocé.

—Entonces vuelve a la escuela y le damos por fin la paliza que se merece.

—¡Claro que no! No quiero verlo.

Meg suspiró y se dispuso a abrir la bolsa. El delicioso aroma a papas fritas inundó mi cuarto.

—Anda, elige una película y comamos.

—¿Cómo perder a un hombre en diez...?

—No —me cortó.

—¡Pero...!

—Esa película te recuerda a Jackson.

—¿No querías que llorara hasta desahogarme?

Meg rodó los ojos y asintió.

—Está bien. ¡Pero solo por hoy! Has visto esa película cinco diez veces en los últimos... este mes.

Tomé el control remoto con una ligera emoción y encendí la televisión. Estaba buscando la película cuando oí que llamaban a la puerta.

—¿Vas?

—Es tu casa, no voy a abrirle a un extraño.

—De acuerdo —bufé de mala gana.

Me levanté de la cama y bajé a la sala con los pies descalzos. Al abrir la puerta, me encontré con Lucas. Me arrepentí al instante de no haber arreglado mi cabello en días ni molestarme en vestirme más adecuadamente para bajar.

—¿Qué haces aquí?

—¡Por Dios! ¿Han matado a alguien en tu boca?

Rodé los ojos.

—No estoy de humor para bromas.

—Ni para cepillarte los dientes, parece —burló.

—¿Qué quieres, Luke?

—¿Luke? ¿Me llamaste Luke? Algo no anda bien.

—Lucas... —insistí.

—¡Eso está mejor! Y me ofende que me estés preguntando qué hago aquí. Faltaste a clase durante tres días seguidos. ¿Qué rayos te pasa?

—¿Por qué? ¿Me extrañas? —burlé.

—Si —admitió, para mi sorpresa. No tardó en corregirse—: Es decir... Extraño molestarte.

—Ajá.

—¿Y bien? ¿Me vas a decir? —preguntó a la vez que se metía (sin invitación alguna) al interior de mi casa. Cerré la puerta y volteé a verlo.

—¿No te enteraste?

—¿El qué?

—¿Jack no te lo contó?

—¿Contarme qué? No hemos hablado mucho. Está de malhumor y, en lo personal, demasiado insoportable. No deja de hablar de ti. ¿Acaso le hiciste hechizaría a mi pobre amigo? Porque de ser así... ¿Estás llorando? —se detuvo.

—No —mentí, a la vez que mi garganta volvía a cerrarse en un molesto nudo.

—Oye, ¿qué sucede?

Él, ella y él [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora