Capítulo 16: Los besos que no nos damos

783 30 15
                                    

—Mira lo que trajo el viento —bromeó, divertido. Sus labios se volvieron una línea recta cuando vio mi mal intento por reír—. ¿Qué sucede?

—¿Estabas durmiendo?

—No, aún no. ¿Qué sucede? —repitió.

—¿Puedo pasar?

Lucas, sin decir una sola palabra, abrió la puerta para que entrara y lo hice. Luego, cerró y dio la vuelta con intención de mirarme a la cara.

—¿Estuviste llorando?

—Bueno, no eres el único que necesita escapar de sus padres de vez en cuando.

Lucas, parado a dos pasos de mi, me observó en silencio por algunos segundos. Supuse que sin saber qué hacer, o buscando algunas palabras de consuelo, aunque no las necesitaba, porque no ayudarían.

Sin embargo, en vez de recibir unas palabras compasivas, acortó la distancia y me abrazó. Su perfume me invadió cuando envolvió mi cuerpo con sus cálidos brazos. Suspiré, dejando salir todo. El alivio, las lágrimas, la impotencia.

Sin saberlo, aquello era justo lo que necesitaba en ese momento. Ninguno tuvo intenciones de separarse durante algunos segundos. Nunca creí que Lucas fuera la persona que me consolaría en alguna instancia de mi vida, pero se sentía reconfortante, tanto que me alegraba que así sea. Podía sollozar sobre su hombro durante el resto de la noche.

—Gracias —murmuré.

—No tienes porqué. ¿Quieres agua?

—De acuerdo.

—Bien, iré por ella. Puedes sentarte en el sofá o ir a mi cuarto, es la tercer puerta subiendo las escaleras —informó antes de desaparecer por una puerta, supuse que de la cocina.

En vez de hacerle caso, aproveché el momento para quedarme parada en el lugar y analizar cada rincón de la casa. Era más grande de lo que imaginaba y en las paredes blancas habían pocos retratos familiares colgados. Todo estaba decorado y ordenado parejo y simétricamente, como si todo estuviera pensado a la perfección por un par de ojos detallistas.

Lucas volvió y me tendió uno de los vasos. Sonreí ligeramente en forma de agradecimiento.

—Tu casa es bonita.

—Gracias, aunque me parece la gran cosa. Ven —cambió de tema y tomó mi mano. Estaba caliente. Me guió por los escalones de mármol hasta subir al piso de arriba y abrió la puerta de su cuarto.

Entré primera y él después. Al igual que la sala de estar, su cuarto aparentaba no tener ni una sola gota de polvo. Todo estaba limpio y ordenado, excepto la cama a medio tender. Era un entorno diferente al mío, pero extrañamente reconfortante.

—No creí que fueras tan ordenado —inquirí y rió.

—Si, bueno, el mérito es de María.

—¿Tu madre?

—La señora de la limpieza.

—¿Acaso eres rico, Donovan?

—No me digas que ahora vas a replantearte mi amistad.

—Todo sea por un par de dólares —seguí su broma.

Lucas rió y se sentó en un lado de la cama. Yo hice lo mismo, pero del otro, y lo miré.

—¿Por qué viniste conmigo? —preguntó tras un momento en silencio.

—Lo siento por eso, no quería molestarte y...

—No me refiero a eso, tonta. Pese a todo, no podría considerarte una molestia. Lo que me pregunto es porqué viniste conmigo, en vez de recurrir a Jack o Meghan.

Él, ella y él [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora