Capítulo 24: Te amo, Jack

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Tras dos semanas increíbles donde dividí mi tiempo en noches con Jack, noches con Meg y llamadas de mi madre a cada rato, había encontrado dos potenciales centros de rehabilitación para mi padre. Lilian estuvo ayudándome.

Meg y yo nos cruzamos nada más llegar al instituto. Nos dirigimos a nuestros casilleros y charlamos mientras tomábamos nuestros libros.

—¡Hablo enserio! Este es el indicado —aseguró.

—Bien... ¿Y qué esperas para hablarle?

—¡No puedo! No estoy segura de haber superado al anterior.

—Eres increíble —negué con la cabeza, divertida.

—¿Puedes culparme? Steve es el chico más guapo que he visto pisar estos mugrosos pasillos.

—No estoy del todo de acuerdo con eso —respondí, apoyando mi espalda contra el casillero para observar al precioso chico que besaba cada noche recorrer el pasillo hasta llegar hacia nosotras. Meg hizo una mueca.

—Yo sí.

—Hola —saludó Jack, besando mis labios y golpeando a Meg en el brazo en forma de saludo.

—¡Eres un animal! —protestó ella y reí.

El timbre de clases sonó y cinco minutos después nos encontrábamos sentados en nuestros respectivos asientos, con Jack a mi lado y Lucas a un pasillo de medio metro de distancia. Dormía plácidamente con la cabeza apoyada sobre sus brazos en el banco cuando le lancé una goma de borrar. Debí contener una carcajada al verlo sobresaltarse.

—¿Y eso por qué?

—Porque estamos en clases y debes estudiar.

—Quiero dormir —bufó.

—Para eso está la noche, ¿no crees?

—¿Quién eres? ¿Mi madre?

—Para mi suerte, no. Moriría antes de tener que haber parido a un niño tan bobo e infantil como tú.

—Por el poder de los llaveros de la amistad, te prohíbo que me hables de esa forma, Elena Rivers.

—¡Eran de dos por uno!

—¿Y qué? Eso no le quita el valor sentimental.

—No son llaveros de la amistad, idiota.

—Si, claro —ironizó. Le enseñé mi dedo del medio y me propuse ignorarlo por el resto del día.

Mientras tanto, Jack usaba su celular a escondidas del profesor. ¿Es que acaso nadie tenía ganas de aprender hoy? Tomé su mano, causando que ya no pudiera usar la pantalla. Él la apretó y la acercó a su boca para besarla. Sonreí.

—¿Qué te sucede? —preguntó.

—Sucede que te amo —admití con libertad. No me cansaría nunca de hacerlo.

—Te amo más.

Jack se acercó y besó rápidamente mis labios cuando el profesor se dió la vuelta para anotar algo en la pizarra. A unos metros, Meg nos observaba e hizo un gesto como si fuera a vomitar. Reí.

—Ps, amigo —susurró Lucas.

—¿Qué pasó?

—¿Quieres salir a comer hoy? —le preguntó. Luego, se dirigió a mi—. Te invitaría, pero no creo que admitan monos en el local.

—Oh, no te preocupes. Yo te golpearía, pero ya tienes suficiente castigo con... bueno, con ser tú.

—Oye, no seas cruel con mi mejor amigo —protestó Jack. Lo miré, indignada.

Él, ella y él [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora