Finalmente, el día menos esperado de la semana llegó.
Era sábado y me encontraba parada frente a las puertas de la institución, intentando que mi cerebro funcionara a toda velocidad e inventara una excusa para irme sin afrontar un castigo.
¿A quién se le ocurría poner detención un sábado? De seguro fue idea de Satanás. Si, eso explicaría porqué debía pasarlo con su hijo, es decir, Lucas.
Finalmente, cuando estuve a punto de armarme de valor y entrar al salón donde nos citaron, algo tocó mi espalda y me sobresalté. Oí la risa de Lucas detrás.
—¿Qué haces ahí parada? Pareces una de esas estatuas que piden monedas.
—Pensaba si valía la pena pasar la mañana contigo.
—Supongo que todas las respuestas fueron positivas.
—No te gustaría saberlo —respondí, a la vez que abría la puerta del salón. La señora que atendía en la biblioteca del instituto se encontraba sentada en la silla del escritorio con un libro en mano.
—¡Oh, los dos causantes de hacerme pasar un sábado en la escuela! —exclamó con falsa alegría.
—Con permiso —hablé, sentándome en un banco en el medio. Éramos los únicos aquí. Lucas, entre tanta selección, optó por sentarse a mi lado. Una vez en nuestros lugares, la bibliotecaria suspiró.
—Muy bien, estudiantes. Como ya saben, deben quedarse hasta la una de la tarde. No quiero gritos, no quiero que se comporten mal y mucho menos quiero problemas. Yo estaré en el salón de al lado, así que lo escucharé todo, ¿me oyeron? —Los dos asentimos—. Bien. Sobre el escritorio hay archivos para ordenar en orden alfabético. También les dejé algunos libros para que no se aburran. Nos vemos pronto.
En cuanto se marchó, Lucas y yo nos miramos.
—¿Nos dejará solos? —murmuré.
—Es una idiota —comentó entre risas y lo golpeé, nerviosa por que nos oyeran—. Ay, no pasará nada, Elena. Esa señora con suerte debe tener audición.
—No seas grosero —regañé.
—Solo opino —defendió, levantándose del lugar para luego sentarse en el escritorio de los profesores. Estiró sus pies sobre la mesa y flexionó los brazos detrás de su cabeza, muy cómodo.
—Ya bájate de ahí, te pueden ver.
—¿Y qué?
—¿Y qué? —repetí— ¡Y que no quiero que me den más tiempo encerrada aquí contigo, Lucas!
—Podemos hacer lo que queramos, Elena. Relájate, nadie nos verá —intentó tranquilizar. No funcionó. En vez de eso, tomó uno de los archivos y lo observó con el ceño fruncido—. Esto es explotación.
—Lucas... —insistí.
—Elena...
—Baja de ahí.
—No —respondió. Esta vez, su respuesta negativa vino acompañada de un golpe. Entrecerré los ojos al sentir la tiza golpear contra mi cara.
—¡Lucas! —exclamé, enfurecida. Él rió, sin moverse de su plácida posición. Tenía los ojos achinados y se le formaban pequeñas arrugas a los costados—. ¡No fue gracioso! —en respuesta, tomé la tiza y se la lancé. Como mi puntería no era tan buena como la suya, ni siquiera tuvo que esforzarse por esquivarla, pues había caído a metros de él. Continuó riendo—. Eres un imbécil.
—Y tú LeBron James. ¿En dónde aprendiste a lanzar así, Elena? —burló.
Me levanté del asiento y quité una de las tizas que habían en la pizarra. Luego, apunté en su dirección y cerré un ojo para ver si le atinaba. Lucas no dejó de reír cuando atrapó la tiza antes de que cayera a la altura de sus piernas.
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Él, ella y él [COMPLETA]
Novela JuvenilEllie está enamorada de su mejor amigo, Jackson. Jackson está embobado por la chica nueva que acaba de llegar al pueblo. El mejor amigo de Jackson comienza a sentir cosas por Ellie, sin saber que existía la posibilidad de que él pudiera sentir cosas...