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Wang Yixiang nunca fue alguien confiable. Desde muy temprana edad su vida tomó un rumbo dudoso.

Sus padres se encargaron de arruinar su infancia y siempre le trataron como el mayor error de sus vidas.

Tras esos traumas y otros que se llevó consigo como experiencia cuando decidió valerse por sí mismo aún cuando sólo tenía 12 años creció en un medio hostil... Convirtiéndose en lo que hoy era; un ser cruel y despiadado, manipulador, mentiroso, narcisista y carente de empatía.

Solía culpar a sus progenitores de todo. Después de todo estos le arrinconaron y apagaron cada mecha que le iluminaba.

Él quería contar su historia, no repetir las suyas. Sin embargo ellos fueron los destructores de su propia creación. Le dieron la vida y la tomaron de vuelta. Por ello en él creció un odio tan grande que era difícil de creer que lo portara un niño tan pequeño.

Sus problemas lo llevaron a situaciones extremas. Huyó un par de veces de la policía. Hirió a personas, a otras las asesinó por dinero o venganza, sin dejar rastro. Y por sus comportamientos para nada normales terminó en un hospital psiquiátrico diagnosticado sociopatía...

Lugar en el que permaneció por meses. Mirando desde su rincón al resto de las personas enfermas. Ideando el escape perfecto. Estudiando a cada una de las personas que le trataban. Asustando tanto a los más débiles como a los más fuertes. Hasta el día en que finalmente escapó.

Era de mañana... Tan inusual... Generalmente preferiría la noche. Pero ya no podía seguir esperando. Con las manos llenas de sangre, su rostro con salpicaduras y su ropa blanca igual de manchada dejó caer aquella cuchara en la alfombra de color beige.

El enfermero -ahora tirado en el suelo- agonizaba con su garganta desgarrada y el cuerpo recibiendo espasmos.

Ni siquiera Wang supo en qué momento clavó la maldita cuchara en su cuello, tampoco cuánta fuerza usó. Sólo sabe que instintivamente metió sus dedos en la perforación que se creó y tiró hacia afuera de cuánta vena se atravesara.

Suspiró mirando la imagen y se volteó sin expresión alguna. Caminando a paso lento hacia la puerta que usualmente estaba cerrada.

El pasillo estaba vacío. Tanto pacientes como personal estaban en la gran terraza del lugar, ya que era la hora de recreación.

Nicholas no salió. Esperó porque le fueran a sacar de allí por la fuerza como generalmente hacían.

Estuvo preparado para enfrentarse a los dos tipos que casi siempre iban a buscarle cuando se rehusaba a salir. Pero se sorprendió cuando notó que un simple enfermero fue a por él. Grave error... Le habían hecho el trabajo todavía más fácil.

Llegó donde una de las salas de enfermería; tomó un par de esas geringuillas con calmantes que tanto conocía y se escondió en el baño de esta cuando escuchó unos pasos cerca.

Miró a su alrededor y divisó uno de esos uniformes que usaba el personal, así que, aprovechando cada segundo que pasaría allí, abrió el grifo y limpió la sangre de su cara y manos.

Le costó bastante ya que esta asquerosamente se adhirió a su piel. Pero luego de frotar duramente esta lo logró.

Se quitó su ropa manchada y se vistió con la que allí encontró. Haciendo una mueca cuando el aroma proveniente de las telas se le hizo tan familiar. Sin embargo no estaba en posición de exigir. Debía salir de allí.

Con las geringuillas en la mano y los ojos bien atentos abrió la puerta y se encontró con el lugar vacío.

Miró en ambas direcciones por el pasillo, también lo estaba así que sin más salió. Escondiendo lo que usaría como arma en uno sus bolsillos, en caso de que fuese necesario.

Doble Filo [Nicholas x Ej] Nichojoo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora