Gato

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Acostado en su afelpado cojín, mira a través de los brillantes soles que emanan de sus ojos la vida de diferentes colores. Reposa en una nueva etapa, no sabe si es su quinta o su séptima vida, pero de lo que está seguro es que está disfrutando la calma como nunca antes. Recuerda la violencia de las calles, las patadas que recibió de la muchedumbre cuando lo único que tenía era hambre. Recuerda a la vieja gorda que le arrojaba agua caliente cada que rondaba por sus calles buscando refugio o comida y la maldice en su mente diciendo: “Mira vieja gorda, estoy muy feliz en mi nueva casa”. Recuerda al maldito hombre que lo guardó en una caja de zapatos junto a sus hermanos y los arrojó a un basurero después de haber asesinado a su madre por buscar comida en la barra de la cocina. Recuerda cómo tuvo que separarse de sus hermanitos que gritaban para que regresara con algo de comida. Recuerda ver a sus hermanitos atropellados en la carretera al intentar cruzar el otro lado de la línea amarilla, con la esperanza de encontrar un mejor rumbo lejos del basurero. Recuerda que desde entonces ha luchado en la soledad del mundo cruel por mantenerse de pie. Y piensa que finalmente todo su sufrimiento a causa de los malditos monstruos ha valido la pena, porque de entre tanta escoria, también hay tesoros invaluables. Después de sus tristes andanzas por la vida, llegó a un refugio de animalitos de la calle. Una dulce niña lo encontró asustado, pensaba que lo bañaría con agua sucia o le arrojaría gases, pero ella lo tomó entre sus manos y lo llevó con una mujer. Le dieron de comer unas cositas pequeñas, tenían sabor a carne, después supo que eran croquetas. Lo bañaron, pero no como lo hacían en la calle, sino con cariño, con agua templada y jabón. Nunca había sentido tanta emoción y tanta paz como ese día.
Desde entonces comprendió que no todos los humanos eran escoria, que aún había esperanzas de bondad por pequeños lugares. Había pasado tantas desgracias para por fin disfrutar de la vida que había anhelado alguna vez. Cierra los ojos y respira. Ve a su amiguita acercarse y tomarle en brazos. Él solamente ronronea y se acurruca a su regazo. La transición de un gélido invierno a la primavera de su vida la había gozado tanto que ya nada podía perturbarle.
El gato mira la ventana y cierra los ojos, calientito por las caricias.

El gato mira la ventana y cierra los ojos, calientito por las caricias

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Una mariposa que nació en Ontario (SEGUNDA PARTE: CRISÁLIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora