Cinco Agostos: Una historia del Baúl No.1

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Agosto 2018
Estaba iniciando un camino nuevo. Se le veía muy contento, a pesar de la incertidumbre que rondaba por su cerebro acerca de lo que le esperaría en esa nueva etapa de su vida. Tenía quince años, los suficientes para empezar a vivir aventuras diferentes, para encontrar algunos amores y olvidar otros. Para él, iniciar la preparatoria era el comienzo de una vida y una liberación que jamás había sentido y que tanto deseaba; era reforzar amistades de varios años a prueba de una confesión un tanto inesperada y un poco sospechosa.
Llevaba dos semanas y todo le parecía de maravilla: las asignaturas que llevaba, el horario, los uniformes, la vida académica, las tardes escuchando música mientras hacía sus trabajos, las canciones que descubría; todo eso le había gustado tanto, era la ilusión que tanto anhelaba desde que inició la secundaria y que hasta ese momento empezó a vivir. Y con todas esas cosas, también llegó un sentimiento que ya conocía pero que pocas veces lo había derrumbado: el amor.
No recuerda con exactitud el momento, pero lo que si sabe a ciencia cierta fue que en esas dos semanas algo vio en él. Demián.
Lo había flechado tanto, cómo si lo conociera de poco. Eran compañeros desde cuarto grado de primaria. Habían interactuado pocas veces, y en la secundaria fueron separados en grupos diferentes. Cuando llegó al tercer grado, su grupo se fusionó con el de él y empezaron a entablar una que otra conversación. Todo era normal.
Pero su llegada a la preparatoria suponía un cambio total de rutina, más liberal (todos sus años académicos los había pasado encerrado en un albergue para niños foráneos de primaria y secundaria) y que no le prohibía absolutamente nada. Era la vida que llevaba soñando con fuerza en sus últimos años, y también abrigaba una ilusión de amar y ser amado por alguien. Pero jamás se imaginó enamorarse de un compañero de clase y menos de alguien como Demián.
En fin, durante la segunda semana, todo transcurría normal dentro de su vida. De a ratos desviaba la mirada hacia la banca de atrás, donde estaba sentado él, para contemplarlo. La profesora les dió buenas noticias, harían un pequeño convivio para celebrar a sus compañeros que cumplían años en agosto. Sería una celebración que se repetiría los fines de cada mes para todos los chicos de la clase. Así que podrían ir vestidos de la manera que más gustaran.
Nuestro chico (al que llamaremos Saúl) estaba contento con la noticia. Ya se imaginaba cuando llegaría el mes de abril y lo abrazaría en la mesa del salón junto a los demás cumpleañeros; ambos cumplían años el mismo mes. Su mejor amigo (lo llamaremos Edgardo) le había advertido que tal vez ese chico no sería bueno para él, pero Saúl no tenía tiempo para razones. Vivía cegado por el amor. Vivía de ilusiones, así era feliz.

Llegó el último viernes de agosto y la mesa del salón se llenó de panquecitos, pasteles, cócteles, pizzas, frituras y golosinas que compartirán todos para celebrar el cumpleaños de los chicos del aula

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Llegó el último viernes de agosto y la mesa del salón se llenó de panquecitos, pasteles, cócteles, pizzas, frituras y golosinas que compartirán todos para celebrar el cumpleaños de los chicos del aula. Llevaba la mejor combinación posible para tratar de impresionarlo, pero sintió que pasó desapercibido. Aún así, se esforzó para estar cerca de él; sin mucho esmero, lo logró. Sus pupitres fueron colocados juntos para cantar las mañanitas. Finalmente, la profesora les indicó a todos que se acercaran al centro de la mesa para poder tomar fotos del recuerdo. Saúl hizo lo suyo y sigilosamente se colocó al costado de Demián, quería inmortalizar sus cuerpos juntos en una fotografía para nunca separarse. Alzaron las manos al unísono de una porra para los chicos festejados. Las risas de todos lucían muy bien a través de la pantalla del móvil de la profesora. Saúl estaba feliz, sentía una esperanza en su corazón que lo hacía esforzarse en todo. Daba toda su energía y su esencia para impresionarlo. Estaba enamorado, aunque no se esperaba que no tan agradables cosas estaban por venir gracias a ese amor.

 Estaba enamorado, aunque no se esperaba que no tan agradables cosas estaban por venir gracias a ese amor

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Una mariposa que nació en Ontario (SEGUNDA PARTE: CRISÁLIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora