𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 19

934 130 19
                                    

-Weasley, ponte bien el sombrero -le ordenó la profesora McGonagall a Ron-. Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo.

Estaban reunidos en el vestíbulo tal y como habia dicho el anuncio que habían puesto el otro día, por fin el día habia llegado.

Dedos se sube al hombro de Melania y acomoda sus trenzas para que se vea presentable.

-Deberías haberte peinado diferente- dijo Hermione, Melania la mira-. Solo decía.

-Dedos, por favor no asustes a los invitados- dijo la profesora McGonagall, viéndolo en el hombro de Melania.

"Si van a quedarse en Hogwarts deben acostumbrarse a mi presencia" orgulloso.

-Si nosotros pudimos Beauxbatons y Durmstrang también- dijo Seamus.

El resto de Gryffindor asiente.

-Síganme, por favor -dijo la profesora McGonagall-. Los de primero delante. Sin empujar...

Bajaron en fila por la escalinata de la entrada y se alinearon delante del castillo. Era una noche fría y clara. Oscurecía, y una luna pálida brillaba ya sobre el bosque prohibido. 

-Son casi las seis -anunció Ron, consultando el reloj y mirando el

camino que iba a la verja de entrada-. ¿Cómo piensan que llegarán? ¿En el tren?

-No creo -contestó Hermione.

-¿Entonces cómo? ¿En escoba? -dijo Harry, levantando la vista al cielo estrellado.

-No creo tampoco- dijo Melania

-¿En traslador? -sugirió Ron-. ¿Pueden aparecerse? A lo mejor en sus países está permitido aparecerse antes de los diecisiete años.

-Nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts. ¿Cuántas veces se los tengo que decir? -exclamó Hermione perdiendo la paciencia.

-Draven me conto que Durmstrang tiene un barco, de seguro vendrán en eso- dijo Melania.

-¿En un barco?- preguntaron Harry y Ron confundidos y miran la ventana, no ven ningún barco acercandose.

Escudriñaron nerviosos los terrenos del colegio, que se oscurecían cada vez más. No se movía nada por allí. Todo estaba en calma, silencioso y exactamente igual que siempre. 

Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores, Dumbledore gritó:

-¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

-¿Por dónde? -preguntaron muchos con impaciencia, mirando en diferentes direcciones.

-¡Por allí! -gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque. Una cosa larga, mucho más larga que una escoba (y, de hecho, que cien escobas), se acercaba al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

-¡Es un dragón! -gritó uno de los de primero, perdiendo los estribos por completo.

-No seas idiota... ¡Es una casa volante! -le dijo Dennis Creevey.

La suposición de Dennis estaba más cerca de la realidad. Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de las copas de los árboles del bosque prohibido casi rozándolas, y la luz que provenía del castillo la iluminó, vieron que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño de un elefante.

Las tres filas delanteras de alumnos se echaron para atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a tremenda velocidad.

Antes de que la puerta del carruaje se abriera, Melania vio que llevaba un escudo: dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

𝐌𝐞𝐥𝐚𝐧𝐢𝐚 y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora