2. La madriguera

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capitulo dos

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capitulo dos

—¡Aterrizamos! —exclamó Fred cuando, con una ligera sacudida, tomaron contacto con el suelo. Aterrizaron junto a un garaje en ruinas en un pequeño corral, y Rose abrió los ojos y vio por vez primera la casa de Ron.

Parecía como si en otro tiempo hubiera sido una gran pocilga de piedra, pero aquí y allá habían ido añadiendo tantas habitaciones que ahora la casa tenía varios pisos de altura y estaba tan torcida que parecía sostenerse en pie por arte de magia, y Harry sospechó que así era probablemente. Cuatro o cinco chimeneas coronaban el tejado. Cerca de la entrada, clavado en el suelo, había un letrero torcido que decía «La Madriguera». En torno a la puerta principal había un revoltijo de botas de goma y un caldero muy oxidado. Varias gallinas gordas de color marrón picoteaban a sus anchas por el corral.

—No es gran cosa.

—Es una maravilla —repuso Harry y Rose, está última recordando el feo, viejo y apagado orfanato.

Salieron del coche.

—Ahora tenemos que subir las escaleras sin hacer el menor ruido — advirtió Fred—, y esperar a que mamá nos llame para el desayuno. Entonces tú, Ron, bajarás las escaleras dando saltos y diciendo: «¡Mamá,
mira quiénes han llegado esta noche!» Ella se pondrá muy contenta, y nadie tendrá que saber que hemos cogido el coche.

—Bien —dijo Ron—. Vamos, chicos, yo duermo en el…

De repente, Ron se puso de un color verdoso muy feo y clavó los ojos en la casa. Los otros tres se dieron la vuelta. La señora Weasley iba por el corral espantando a las gallinas, y para
tratarse de una mujer pequeña, rolliza y de rostro bondadoso, era sorprendente lo que podía parecerse a un tigre de enormes colmillos.

—¡Ah! —musitó Fred.

—¡Dios mío! —exclamó George.

La señora Weasley se paró delante de ellos, con las manos en las caderas, y paseó la mirada de uno a otro. Llevaba un delantal estampado de cuyo bolsillo sobresalía una varita mágica.

—Así que… —dijo.

—Buenos días, mamá —saludó George, poniendo lo que él consideraba que era una voz alegre y encantadora.

—¿Tienen idea de lo preocupada que he estado? —preguntó la señora Weasley en un tono aterrador.

—Perdona, mamá, pero es que, mira, teníamos que…

Aunque los tres hijos de la señora Weasley eran más altos que su madre, se amilanaron cuando descargó su ira sobre ellos.

—¡Las camas vacías! ¡Ni una nota! El coche no estaba…, podían haber tenido un accidente… Creía que me volvía loca, pero no no les importa, ¿verdad?… Nunca, en toda mi vida… Ya veran cuando llegue a casa su padre, un disgusto como éste nunca me lo dieron Bill, ni Charlie, ni Percy…

ROSE Y LA CÁMARA SECRETA, Harry Potter [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora