Fregoso y Lejía

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La mente de Nicholas daba vueltas, muchas vueltas en su cavidad mental, buscando en cada escondrijo alguna información util para esa declaración.

Ante el frío helado, el sonido del viento revolviendo la ropa y la mirada alegre y traviesa de Wonka. Lo unico que Nicholas pudo idear ante el temor creciente y supervivencia propia fue:

¿Quién demonios era ese tipo?

Nicholas, a sus casi treinta y cinco años, nunca había visto una “peculiaridad” de ese calibre.

Nicholas tiene una teoría que ha logrado afirmar durante dieciocho años, a punto de finalizar su educación en Hogwarts y emprender un viaje de descubrimiento mágico en todo el mundo, y llego a la conclusión que la magia se puede sentir.

Los muggles comentan acerca de la “vibra”; los magos, sobre magia. Mientras más carga mágica, más presión puede someter a una persona con tan solo mirarlo o tocarlo; por ello siempre hay magos con una carga pesada, aquellos llevaron la magia a otro limite rompiendo lo establecido a su pureza, tomando lo oscuro como suyo.

Gracias a eso, Nicholas puede sentir que aun tiene la mascara protegiéndolo y que la verdadera extrañeza era aquel muchacho.

No había dejado de sonreir en ninguna instancia, incluso sus mejillas empezaban a dorlerle.

—¿Se encuentra bien, señor Wolf?—pregunto Wonka muy preocupado.

Quiso responder con un tono más amable que siempre lo ha caracterizado y por obvias razones se quedaba apartado en su oficina en el ministerio, pero era un muggle exótico. Hay que ser compresivos.

—Para nada, señor Wonka. Me ha dejado pensando, eso es todo —respondió suavemente, muy impropio de él.

—Yo solo digo lo que veo —repuso volviendo a ser una reverencia aunque el atrevimiento de guiñarle un ojo, lo dejo más helado.

—Hace un frio atroz, señor Wonka —continuo Nicholas.

Para sorpresa de nadie, Nicholas no puede negar que se siente de alguna forma curioso por el joven. No irradia magia, solo una vibra de alguien inocente, dulce y chiflado.

Lo mas normativo del mundo.

Entonces, ¿como puede ver su apariencia antigua? Nunca, nadie ha logrado contraponer sus hechizos que lanza silenciosamente. Nadie.

Ni el propio ministro, jefe de aurores o cualquier deidad. Bueno, tardaron mucho tiempo en hacerlo, pero aquel jovencito lo ha hecho en cuestión de segundos sin quitarle la mascara.

Merlín, se va a volver loco en cualquier momento.

—No es tan helado—repuso el muchacho tomando su maletín y el bastón.

Willy Wonka caminó hacia un callejón alejando de la ribera, directamente a una banca de madera escarchada de blanco siendo alumbrado por un único farol.

Nicholas vio con interés fingida las casas de madera desgastada, se veian bastante rusticas pero penumbrosas ante la oscuridad, pero cuando volvio Willy ya estaba sentado con su maletín frente suyo el bastón a un costado y el sombrero al otro. Pero lo más extraño, es que, encima del maletín había uns reloj, una vela encendida y un vaso con alguna bebida humeante.
Nicholas miro al joven con los ojos abiertos.

—¿Desde cuando ha traído eso?—pregunto Nicholas temeroso.

–¿Esto?—señalo los objetos—. Ya es hora de dormir, señor Wolf.

¿En que momento ha logrado hacerlos aparecer?

Nicholas temió.

No por los objetos, sino por el señor Wonka. Podría ser algún enviado del ministerio que haya logrado descubrir su ubicación esa semana de su escape. Porque, claro ¿Quien demonios puede mantener una vela encendida en este frio y viento extremo? Solo un mago.
Y ese mago debe de ser ese muchacho. Pero

The Magic of Sweet | WonkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora