La Idea

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Nicholas ingresó a su habitación asignada.

Le dolían sus sus brazos por tanto planchar y doblar, incluso siente sus dedos palpitar por algunas quemaduras.

No era algo que no esté acostumbrado, se la pasaba horas en su laboratorio de pociones como también cargando muchas cajas y movilizando otras cosas.

Pero lo menos que quería era ver una habitación tan fea e inhóspita. Podía sentir el olor a humedad, el polvo en una esquina y en todos lados; como también una cama sucia, lo que sería un lavado y un escritorio.

Sus maletas ya estaban ahí, pero por el cansancio, se sentó y con tan solo obtener su peso, la cama se cayó.

—¡Mierda!—exclamó levantándose por mero reflejo—. Merlín.

Sacó su varita y murmuró un hechizo que fue capaz de arreglarlo. Trato de mantenerse alejado tratando de alisar sus ropas nervioso. Nicholas nunca había vivido esa clase de abusos. Su cama siempre ha sido fuerte en toda situación, al igual que limpia y espaciosa. Su casa también, la limpieza era primordial y pedía a un elfo que lo haga semanalmente cuando él esté presente.

Este lugar es asqueroso y ahora debía de cumplir una condena tonta, por una situación tonta que un tonto ha generado y está muy pero muy molesto que quiere hechichar a todos esos muggles y huir de ahí.

Realmente se está replanteando si también tener problemas con los muggles y huir, porque no podrá sobrevivir a ese sufrimiento por mucho tiempo.

Suspiro y se resignó, debe de idear un plan pero primero debería de saber cómo es la rutina en un día completo, solo lo ha vivido una tarde y saber que a las ocho de la noche, ya están en sus habitaciones, hay un perro que los cuida y dos personas tentadoras para asesinar.

Un picoteo llamó su atención, miró por la ventana y vio a Lix llamarlo.

La ave ya se había acostumbrado a su resplandeciente apariencia, que, al dejarlo entrar, le picoteo dulcemente.

—Yo también me alegro de verte, querida —murmuró acariciando las plumas negras.

Lix aleteo en todas partes, pareciendo disgustada por el lugar.

—Pensamos lo mismo, cariño —murmuró Nicholas—. Este lugar es un asco, pero te prometo que saldremos y nos iremos a otra parte, mientras tanto… dormirás adentro.

Buscó su maletín y desde que lo tocó sabía que había algo mal. Apresuradamente sacó los seguros y en vez de ver la profundidad característica del hechizo de extensión indetectable, se abrió como si fuesen piezas plegables con frascos de todo tipo.

El olor dulzón del chocolate llenó sus fosas nasales, haciendo que se levante rápidamente y salga de ahí.

Se confundieron de maletas.

Que tontos son para confundir dos cosas muy distintas.

El maletín de Nicholas es más grande y de color marrón casi negro, mientras que el de Wonka es un marrón puro gracias a que esta hecho de madera.

Camino apresurado entre las puertas acercando su oído en cada una de ellas para oír algo que detecte la dulce voz del joven pero no se hizo de esperar ya que, Wonka, con la puerta abierta estaba frente al escritorio con la maleta abierta.

The Magic of Sweet | WonkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora