i. youngblood

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1 de junio, 2006
Cabaña 11, Long Island, Estados Unidos

Lara se encontraba en el suelo. Connor, Travis y Taylor se encontraban jugando con ella al póker. Si era verdad que todos eran buenos jugando, gracias a su padre, la que los estaba desplumado ésta vez era ella.

Tenía ocho dólares, cuatro chicles, dos pinzas de pelo y unas gafas muy chulas ya en su arsenal ganado. Incluso sin hacer trampas todos podían ver que era la mejor de sus hermanos—de todos ellos, incluyendo a Luke—a la que mejor se le daba jugar, probablemente si fuera a un casino sería a quién querrían llevar para jugar.

Némesis debía quererla mucho, porque llevaba una racha maravillosa, había ganado las últimas veinticinco partidas de veintiséis en dos semanas, y eso era decir mucho.

—No puede ser que seas tan buena, es malditamente imposible —Taylor se había retirado de la partida con cincuenta centavos hacía ya dos cartas.

Solo quedaban los hermanos.

Había llegado el año pasado—solo gracias a qué a su madre la habían traído por el trabajo a Estados Unidos—y desde entonces se había integrado muy bien. Y si era honesta era su lugar favorito para estar.

Todos la habían tratado muy bien cuando había llegado y la habían echo una más de la gran familia que era la cabina. Ya tenía hasta una cama en las literas para ella sola, justo al lado de la de Travis y Connor.

Tras revelarse la última carta tuvo que esconder una sonrisa. Tenía un full. Era muy complicado que ellos tuvieran algo más alto que ella. Travis fue el primero en descubrir sus cartas.

—Trío de reinas —dijo mostrando sus cartas.

Connor entonces sonrió.

—Eso está muy bien, hermano, pero yo tengo color —dijo con una gran sonrisa.

Fue entonces su turno, la sonrisa que tenía en la cara hizo decaer a la de sus hermanos.

—Un full, señoras y señores, creo que esto es mío —dijo mientras recogía los dos dólares, la pulsera de la suerte de Travis y el colgante de Connor de una caracola.

Fue entonces cuando vieron a Quirón. Lara recogió todo rápidamente y lo guardó en sus bolsillos. Todo estaba perfectamente ordenado—dentro de lo que eran ellos y su orden—Quirón no podía decirles nada por como estaba todo.

—Bueno, así pues... —dijo Quirón—. Buena suerte, Percy. Te veo a la hora de la cena.

Lara se quedó mirando al chico. Pelo negro, ojos verde mar, un poco flacucho. Parecía que había pasado por esto miles de veces.

Dark horse, pjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora