𝟙𝟚

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Dió el último sorbo a su mate mientras escuchaba de fondo como Enzo y sus amigos saludaban a los jugadores del equipo rival. El partido había terminado 1 a 0, siendo ganador el equipo del morocho con un solo gol, el que le dedicó a él.

En el momento en el que el menor había pateado hacia el arco, logrando exitosamente que la pelota pasara entre las piernas del arquero, sintió tanta euforia que quiso gritar y saltar en su lugar, como si fuese un gol de River. Pero prefirió quedarse sentado y agachar la cabeza con vergüenza después de ver como el pelinegro se acercaba hacia el costado de la cancha en el que él estaba sentado, señalándolo en una clara dedicación que finalizó con el mismo lanzando un beso en su dirección.

Enzo volvió a su lugar con una sonrisa sobrada y sacando pecho, pero él se quedó más rojo que un tomate y con una timidez tremenda por mirar hacia cualquier dirección por las miradas sugerentes y divertidas que estaba recibiendo de parte de la demás gente en la pequeña tribuna.

Todos a su alrededor comenzaron a irse cuando el partido terminó, pero él se quedó quieto en su lugar cuando Enzo le dijo con señas que esperara ahí.

A los segundos, y después de cebar otro mate, volvió levantar la mirada. Desearía no haberlo hecho, o sí, no sabe muy bien. Porque Enzo, en un completo acto de presunción, se quitó la camiseta que llevaba puesta, dejando al descubierto su torso tatuado, y muy, muy, sudado.

Todavía no podía creer que se estuviese comiendo todo eso.

Quiso aparentar indiferencia porque sabía que cualquier reacción de su parte sería alimento directo para el ego ajeno, lo presentía por la sonrisa brillante que tenía el menor mientras se secaba la frente con la prenda húmeda. De todas manera le salió muy mal, porque en un intento por tomar el mate sin despegar la mirada del abdomen marcado de Enzo, terminó estirando su boca varias veces para buscar la bombilla, sin conseguirlo.

Tuvo que despegar la mirada de la figura ajena y buscar la misma con sus ojos para evitar cualquier tipo de accidente.

La risa del pelinegro le hizo saber que lo había visto todo, y que no pensaba desaprovechar la oportunidad de gastarlo.

- Podés mirar tranquilo, sin culpa - Dijo a la vez que tomaba asiento a su lado. - Que este cuerpito es todo tuyo -

Julián soltó un suspiro de resignación, decidiendo que por el bien de su corazón, ignoraría esos comentarios. Lo más que pudiese.

- Jugas bien, me sorprendiste - Confesó.

- Y tenía que esforzarme... Estás vos acá, usando mi camisa y viendo cada movimiento que hago, mereces ver lo mejor de lo mejor - La sonrisa del morocho era tan brillante como sincera, y el tono sugerente en sus palabras consiguieron ponerlo nervioso al instante.

El castaño no entendía cuál era el secreto de Enzo para poder decir cosas como esas sin sentir que fuesen una odisea. Porque para él, siquiera insinuarle a una persona que le parecía atractiva, era una completa prueba de valentía. 

Era increíble como en el poco tiempo que llevaban conociéndose, ya notaba que sus personalidades se complementaban de manera perfecta. Eran el reflejo inverso del otro, y eso hacía que sus interacciones fuesen tan... Interesantes

- ¿No te cansas de chamuyarme todo el tiempo? - Vió como el menor le dedicaba una mirada de incredulidad y se arrepintió al instante. Antes de que este dijera palabra alguna, se adelantó. - Mejor ni me contestes -  

ᴀᴍᴀɪɴᴀʀ / ᴀᴜ! ᴇɴᴢᴜʟɪᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora