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Contenido +18!











































































Al enviar aquél mensaje sintió un bochorno inmenso recorrerlo. Dejó caer su teléfono en su regazo, para levantar sus manos y cubrir su rostro mientras ahogaba un chillido.

Parecía un adolescente virgen y hormonal, muerto de nervios y ansias por tener su primera vez. Y aunque lo odiaba, no podía evitar sentirse así. Todas y cada una de las veces en las que estaba con Enzo, se sentían como algo completamente nuevo y maravilloso, y no se refería solo a cuando estaban en una cama.

Las citas espontáneas o planeadas, los detalles y las sorpresas que Enzo le regalaba de la nada, los momentos en los que todo a su alrededor desaparecía y quedaban solo ellos contemplándose como lo más bonito en sus mundos. Todo era tan mágico y perfecto, que llegaba a tener miedo.

Miedo de que su ilusión se destruyera y quedaran solo trozos de aquella fantasía en la que se encontraba envuelto y crecía a pasos agigantados con cada día que pasaba. Miedo de que el universo decidiera que Enzo era demasiado para él y se lo quitara sin ningún tipo de contemplación. Miedo de que su corazón maltratado no aguante otra decepción y terminase de nuevo sumergido en la depresión.

Y a pesar de todo eso, se permitía ser optimista. Porque Enzo no era Agustín, no era Cristian ni Paulo. Enzo era por lo que rogó entre tantas noches de llanto, con el corazón en un puño. Era su suspiro de libertad, un alivio para su ser. Porque fue la razón que lo impulsó para poner el punto final a su historia con Agustín, y fue parte importante e influyente para que se diera cuenta de que su amistad con Paulo y Cristian era tóxica. 

Ahora entendía cuando su papá le decía que hay personas que son luz. Que llegan a iluminar la penumbra del alma y a revivir la ilusión que uno puede creer muerta.

Lo único que quería ahora, era que durase. Porque Enzo lo estaba llevando muy alto, y él sabía que en caso de haber una caída, él sería el afectado.

Pero tenía fé, algo que hacía mucho tiempo había perdido.

- ¿Otra vez estás flasheando mirando la pared? -

Casi se muere del susto por la tan repentina aparición de su hermano en su campo de vista. Recién ahí cayó en cuenta de que se había quedado tildado mirando hacia la nada.

- Idiota, hace ruido cuando te acerques - Se quejó frunciendo el ceño. - Mirá si por chistoso me das un infarto -

- Sos un exagerado de mierda - Dijo el morocho, dejándose caer a su lado de manera despreocupada. Tomó el control de la tele que estaba en la mesita frente al sillón y luego puso los pies sobre la misma. - Ahora juega el Tottenham contra el Manchester City, ¿Lo vemos? -

- Me viene a buscar Enzo - 

Oyó un suspiro de hastío a su lado y no pudo evitar soltar una risa.

- No te deja ni dos segundos en paz, parece garrapata - Miró a su hermano y se topó con que ste ya lo estaba mirando. - Y eso que todavía no son nada... Mamita cuando se pongan los pantalones, ya lo puedo ver instalado acá -

Julián hizo una mueca mientras apoyaba la cabeza en el hombro de su hermano. Muy rara vez tenía esos arranques de dar y recibir muestras de afecto, por lo que Leandro los valoraba mucho. Él mayor era más... cargoso.

ᴀᴍᴀɪɴᴀʀ / ᴀᴜ! ᴇɴᴢᴜʟɪᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora