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El invierno en Córdoba era tan frío como en Buenos Aires, o quizá un poco más, pero de lo que Julián estaba seguro es de que en esa época ayudaba muchísimo tener a un novio cargoso que dormía encima de él. Porque cuando Enzo volvió del baño y se tiró sobre su cuerpo, enredando sus brazos a su alrededor y hundiendo su rostro en su cuello, supo que no había ningún otro lugar en el que quisiera estar.
Tanteó la espalda tatuada del menor por debajo de la remera térmica que este tenía puesta y una sonrisa brotó en sus labios al escuchar el sonido parecido a un ronroneo que vibró contra su pecho.
El olor varonil de Enzo se había adherido con facilidad a las colchas y sábanas que los cubrían, haciendo que practicamente se sintiese rodeado por su novio en todos los sentidos.
Su mano terminó enredada en el cabello corto de la nuca ajena, repartiendo leves caricias que se habían vuelto un ritual sagrado siempre que dormían juntos, porque mientras Enzo conseguía relajarse bajo el calor de quien consideraba su amor, Julián podía tomarse cada segundo de aquella sesión de cariño para reafirmar que Enzo estaba ahí, con él, dejándose amar y amando su amor.
El cansancio que el viaje le provocó comenzo a pasarle factura haciendo que sus ojos pesaran, y se dejó envolver en la tranquilidad que lo rodeaba mientras el sueño se adueñaba de su cuerpo.
Estaba a punto de dormirse, cuando sintió algo frío rozando sus piernas. Su cuerpo se sobresaltó por la sensación y abrió los ojos con pánico hasta que se dió cuenta de qué era.
- Enzo no me toques con tus patas frías - Se quejó en un susurro mientras tiraba del mechón de pelo entre sus dedos.
Escuchó un quejido ahogado contra su cuello antes de sentir como el morocho se frotaba contra su cuello, como si fuese un gato.
- No seas odioso - Murmuró el otro de manera pastosa. Enzo se removió hasta que consiguió pegar sus labios contra la piel tibia del cordobés, y comenzó a trazar un camino de besos lentos con dirección a los labios ajenos. - Yo no me quejé cuando tuve que bañar con agua fría hace rato porque vos te gastaste toda el agua caliente - Decidió contraatacar con un tono burlón, deteniéndose en el momento exacto en el que el aliento caliente de Julián acarició sus propios labios.
- Te dije que esperaras una hora por lo menos - Se defendió el mayor, sin notar como su cuerpo de manera inconsciente, se levantaba unos centímetros para conectar sus labios con los del menor.
Y Julián podría haber estado quejándose hasta hace unos segundos, pero se encontró ahogando un gemido cuando su boca se reencontró con la del chico de San Martín en una danza ya conocida para ellos. Las manos tatuadas que habían estado enredadas en su torso ascendieron acariciando su cuerpo, y fue atravesado por un espasmo cuando los dedos tibios del morocho rozaron uno de sus pezones. Julián sintió la sonrisa ajena contra sus labios, y aunque aquello le molestó un poco, no hizo nada por alejar a su novio.
Ambos antebrazos ajenos se apoyaron a los costados de su cabeza, y cuando Enzo separó sus piernas con las suyas supo que debían detenerse. Enzo estaba duro, y podía sentirlo a la perfección a través de la tela de sus pijamas. Su propia erección estaba despertando con velocidad por los movimientos suaves que el morocho le estaba regalando.
Ahora hacía más calor, y le estaba faltando el aire.
Por suerte Enzo pareció leer su mente porque decidió darle un respiro al soltar sus labios y volver a descender marcando la línea de su mandíbula con su boca hinchada.
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ᴀᴍᴀɪɴᴀʀ / ᴀᴜ! ᴇɴᴢᴜʟɪᴀɴ
FanfictionDel cat. 𝘢𝘮𝘢𝘪𝘯𝘢𝘳, y este del gót. *𝒂𝒇-𝒎𝒂𝒈𝒊𝒏𝒐𝒏 'perder fuerza'. (𝘪𝘯𝘵𝘳) Aflojar o ceder en algún deseo, empeño o pasión. o En dónde Julián quiere volver a dejarse llevar sin sentir que está haciendo algo prohibido. Y en dónde Enzo...