Take A Chance On Me

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Si cambias de opinión, soy el primero en la fila.
Cariño, todavía estoy libre
Arriesgate conmigo.
Si me necesitas, házmelo saber, estaré cerca
ABBA

La sonrisa que James tiene es incomparable.

Es tan amplia que acapara todo su rostro. Brillante. Vigorosa. Sus mejillas le duelen un poco, pero eso significa que el suceso anterior está marcado en él.

Nathan lo besó como respuesta al suyo de la noche pasada.

¿Qué puede decir? Está feliz. De alguna forma, hay una emoción en su pecho que salta como una pulga sin dirección fija y que no quiere desaparecer por mucho que lo desee.

No se puede culpar, es Nathan.

El bello y enigmático Nathan. El chico misterioso de Ravenclaw que todos quieren por sus rubios cabellos y ojos bicolores que te congelan o alegran la vida.

Ese mismo le ha dicho todo de forma tan confusa, pero capaz de explicar sin tantas palabras y con un hecho a base de su personalidad.

Sus mejillas se enrojecen solo de pensar en la calidez de sus labios contra los suyos, la sonrisa contenida y el sonrojo en sus pálidas mejillas.

¡El sonrojo!

James nunca lo ha visto tan sonrojado en todos estos meses. Incluso en situaciones vergonzosas, donde su hermana lo deja mal parado, la frialdad e impasible expresión denotan el dominio que tiene consigo mismo. Pero con él...

¡Merlín, mío! James necesita una fotografía para poder burlarse y admirarlo sin pudor alguno.

Remus tiene algo de razón; la situación será difícil ahora en adelante. Nathan es una persona muy desconfiada y James necesita también conocerlo porque no quiere darse más sorpresas de las que ya tiene.

—¡Ganamos, Remus! —exclamó James, entrando de manera sorpresiva a la habitación—. ¡Lo conseguí!

Sus ojos se abrieron tan rápido como su boca al ver lo que acaba de interrumpir.

Remus no estaba solo en la habitación, sino acompañado por un chico de cabello pelinegro, piel pálida y ojos grises, que estaba en una posición...

—¡Perdón!—exclamó nuevamente James, asustado—. ¡Merlín, perdóname!

Remus, con el cabello revuelto pero con la ropa puesta, también saltó. James no les dio tiempo de responder; cerró la puerta y corrió hacia otro lado, aún con la imagen en mente de sus dos amigos besándose. No le disgusta que sus amigos estén en algo, ya que fue capaz de observar desde el principio la química que poseían y el cariño y seguridad que necesitaban. Pero eso no significa que deba verlos en una posición uno encima del otro besándose con tal intensidad abrumadora.

Toda esa felicidad que traía en su cuerpo fue apartada por la vergüenza.

Vio cómo Remus y Sirius llegaban algo asustados hacia él, que estaba sentado en el suelo del pasillo. El único que se veía en total pánico era Sirius, mientras que Remus solo mostró vergüenza.

—Prongs, lo que viste... —se disculpó Sirius, arrodillándose frente a él—. Remus y yo...

—Ya lo sé, no hay necesidad de que te disculpes, Sirius —tranquilizó James, intentando que sus mejillas no se colorearan.

—¿En serio? —preguntó Sirius, sin creer una sola palabra.

—¿Crees que soy idiota? —replicó James.

Sirius meditó varios segundos, haciendo que James le diera una suave patada.

—Por favor, Sirius.

—Yo le dije eso —aseguró Remus, llegando hasta ellos.

CHANGES¹ | James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora