Epílogo

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Entre la calidez de la mañana y el buen humor de la gente, la ciudad de Londres le daba la bienvenida. 

Las calles con suelos adoquinados, la arquitectura antiquísima de colores sobrios y desgastados; pertenecía a ese conjunto visual que Nathan Jung observaba.

Con el sonido de sus zapatos chocar contra el suelo y el bastón resonar a cada paso que daba, atraía a la visión mucha curiosidad de cualquier mundano que pasara a su costado.

Se quedaría sorprendido, curioso y atraído por las vestiduras elegantes de materiales finos, el cabello rubio peinado con esfuerzo y ese rostro atractivo que mostraba una expresión pacífica que nadie puede poseer ante una rutina extenuante.

Cualquier persona quiere acercarse a preguntarle para simplemente oír su voz o algún otro cambio que su rostro pueda mostrar. Había dureza en las facciones de ese hombre, como si hubiera vivido tanto a una corta edad.

Además, no todos pueden presenciar a una persona con una condición médica de ese calibre: unos ojos tan bellos de colores distintos y una gran cojera.

Para que una persona se considere humana debe de mantener el equilibrio entre lo perfecto e imperfecto. Nathan Jung conocía ese dicho y todo el mundo también.

Caminó con toda la velocidad que su pierna le permitía hasta llegar a un supermercado que estaba cerca. Según Charlotte, ahí vendían todo tipo de artilugios que los muggles necesitan para su mantenimiento y que encontraría con facilidad lo que busca.

«—Ellos fuman del mismo modo que tú. Según Arthur, hasta para respirar necesitan un cigarrillo —dijo Charlotte entre bromas e ironía—. Si vas al supermercado, cómprame goma de mascar.»

Entonces ese era lo que Nathan iba hacer: conseguir goma de mascar y una cajetilla de cigarrillos.

Cuando ingresó, pensó que el lugar iba ser pequeño, pero llegó con la sorpresa de encontrar un laberinto amplio capaz de extraviar a cualquiera. Su inexperiencia para tener que buscar cada pasillo, hizo que Nathan se dirija a uno de las muchachas que canturreaba en voz baja mientras limpiaba una superficie extraña.

—Buen día —saludo Nathan amablemente.

La muchacha se detuvo abrupto y alzó su mirada para observar asustada al rubio. Luego de esa expresión, siempre venía el análisis hacia su rostro y ojos, luego una sonrisa nerviosa, para finalmente, al despedirse, oír un murmuró detrás suyo señalando la cojera que posee entre tonos de decepción y preocupación.

Y ese fue el camino que esa joven chica de su misma edad ha hecho, cuando decidió indicarle detrás suyo una alta gama de cigarrillos y goma de mascar.

Nathan no fue tan exquisito y simplemente eligió un par de cualquier marca, si Charlotte no le acepta, se lo daría al señor Weasley con mucho gusto.

Después de eso, la chica, de forma torpe, comenzó a escanear cada producto mientras le hacía una pequeña conversación. Nathan solo asentía y respondía con simpleza, estaba más entretenido observando algunos artilugios domésticos nuevos en el mercado.

—Serían 6 libras —dijo la muchacha dulcemente.

Nathan le dio el billete mas grande a la chica y ella lo aceptó con gusto, para colocar en una pequeña bolsita de papel todo lo pedido con su vuelto respectivo.

—Gracias —agradeció Nathan con una sonrisa.

La chica parecía querer que Nathan se quede más tiempo pero el rubio tenía cosas más importantes que hacer, entonces se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta la salida.

CHANGES¹ | James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora