19- Lluvia.

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La primavera una de las estaciones que la mayoría de las personas les agrada por lo cálido y lo colorido. Ese clima en el que el frío no se sobrepasa a los 17° y el sol calentito fuera de la sombra de los árboles.
Allí mismo una jovencita morocha de 17 años con cabello rizado se encontraba esperando a su acompañante con su distintivo pantalón de Jeans y blusa blanca. En la esquina de una plaza, la jovencita esperaba con cierta curiosidad al chico, ansiosa miraba discretamente su teléfono para revisar la hora.

<Se está tardando.>

<¿Será que estoy bien con esta ropa?>

<Seguramente se habrá arrepentido de nuestra salida.>

Nuevos pensamientos catastróficos se asomaron en la cabeza de Adeline al notar que su amigo no llegaba a la hora asistida.
Tomo su teléfono y se dirigió al chat de su amigo con cierta tristeza.

Discúlpame Noah, pero me iré a cas-

Un grito masculino se escuchó detrás de ella, sorprendida volteó y noto como un joven con apariencia distinta y con vestimenta un tanto descuidada se acercaba corriendo hacia su dirección.

<¿Noah?>

La chica guardo su teléfono y se acercó al chico quien estaba exhausto de su carrera.

— Lamento mucho haber llegado tarde, tuve que ir en bus ya que mi bicicleta se pincho durante el camino. — tomó una bocanada de aire para luego dirigirle la mirada a la morocha.

La chica notó el estado del chico y le ofreció su botella de agua que cargaba en su bolso.

No te preocupes, ten cuidado la próxima.

La chica le dirigió una sonrisa cálida al chico para luego ayudarlo a levantarse de su asiento.

Bien, ¿vamos a la cafetería de la que te hablé? — Hablo con estusiasmo.

Adeline miro por un momento la vestimenta del chico y noto que había mal abotonado su camisa en los primeros botones del cuello. Con timidez la chica se acercó, acomodó y ubico cada botón en su lugar.

Debes fijarte la próxima que salgas de tu casa, los botones de tu camisa estaban mal abotonados.

El chico con un leve rubor en sus mejillas, solo pudo mirar con timidez a la morocha.

- Disculpa, salí del trabajo y tome la primera camisa que encontré en mi casa. — Murmuró apenado. Con mucha sutileza alejo a Adeline para luego recomponer su postura. — ¿Nos vamos?

Sonrió dulcemente la chica para luego comenzar a caminar junto al piel ámbar. Los pasos de ambos chicos se entrelazaban con cada movimiento y mirada.
Al llegar a aquella cafetería, se ubicaron en el primer piso en dónde se encontraba una mesa junto a una ventana. Se sentaron de forma enfrentados para luego mirar con tranquilidad el menú que ofrecía dicha cafetería.

No tenía idea que trabajabas, Noah.Hablo sutil al dejar de lado el menú y dirigirle la mirada.

— Si, trabajo de medio tiempo en un mini super pero solo como ayudante.respondió al imitar la acción de la chica.El horario es un tanto complicado por las clases.

La actividad económica en la casa de Noah no era muy favorable, su madre al tener un trabajo con dudosa paga y horarios extras de doméstica no alcanzaba para los gastos de la casa. Noah al cumplir 15 años decidió darle una mano a su madre trabajando con vecinos, ayudando en mudanzas y arreglar los patios traseros o delanteros de alguna casa. Las primeras razones por la cual Noah repitió de año y tuvo que iniciar de cero las clases.

El hiló que nos unió Donde viven las historias. Descúbrelo ahora