Other.

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Me río, y realmente lo hago seguido.

Una carcajada algo carraspeante se lleva mi atención, giro para buscar al dueño, y me encuentro con una morena de pelo corto, sumida en su vaso de tequila con un trozo de limón a su lado.

Trato de llamar su atención entre la multitud, porque no me parece linda aún, pero su personalidad tan misteriosa y algo distante me hace querer que me tenga en cuenta.

Tal vez sí me atrae un poco desde que la escuché hablar.

Miko va y viene sirviendo más shots, rellenando los vacíos y brindando para hacer fondo. Mi vestido negro de seda se aprieta aún más al ver que se acerca a mí con una sonrisa maliciosa y la botella a unos cuantos sorbos más de terminarse.

-Tómalo o déjalo- Dijo sosteniendo su mueca pícara, yo subí mis hombros luego de contemplar a todos divirtiéndose y le ofrecí el pequeño vaso.

Mientras lo llenaba con el alcohol, sentí mi mano mojarse completamente por el mismo.

-¡Mariana! Puñeta, más cuidao'- Exclamó con el entrecejo fruncido

-Ey, perdona- Levantó su mirada encontrándose con la mía, y no sé cómo en esos ojos tan oscuros podía ver algo de luz. Me sonrió apenada, dejando unas palmadas suaves en el hombro de Victoria para luego irse.

Aspiré su aroma un poco varonil mientras veía como medio trastabillaba al caminar. El bullicio de la gente era algo cansador, pero me sorprendía que a pesar de lo cansado que debe de llegar el equipo de los Ramírez, siempre tenían ese espíritu fiestero donde sea.

Veo mi reloj que marca las tres y media de la madrugada y con eso suelto un suspiro a penas audible, Marcelita, la madrina de Miko me toma del brazo justo y me lleva hasta el centro del círculo para bailar.

Ni siquiera éramos familia con los Ramírez, de hecho tampoco los consideraba así, solo era la mejor amiga de Juan y la dama de honor en la boda de Carlos, que sería unos meses más adelante.

-Deja de resongar, que estás muy linda esta noche- Halagó tomándome de la mano y haciéndome dar una vuelta. No respondí nada con palabras, dejé que mi sonrisa hablara.

Bailamos un par de canciones más, los gritos eufóricos eran exasperantes y me hacían subir el ego, pero uno de mis pies se dobló por culpa del tacon y de inmediato caí al suelo.

Estaba roja de la vergüenza probablemente, pero el dolor de mi tobillo era más fuerte que el color de mi rostro. Solté unos quejidos alertando a todos, que se acercaron a mí preocupados, pero sólo una persona me ayudó a llegar hasta el sillón.

Mariana.

-¿Duele mucho?- Preguntó examinando mi pie y yo asentí.- Tranquila, solo te torciste el tobillo, pa' mañana estarás perfecta.

Me tomó en sus brazos para dejarme en el sillón negro de cuero y se fue para buscar unos cuantos hielos. Yo frotaba la zona aún adolorida, pero Mariana quitó mi mano de inmediato a penas me vio.

-No hagas eso, va a dolerte más- Dijo tomando mi mano con suavidad y mirándome a los ojos luego.- ¿Cómo te llamas?

Mi mente quedó en blanco, ¿acaso era posible recordar mi nombre frente a su mirada intimidante y dulce a la vez?

Repasé las vocales y consonantes de mi nombre en mi cerebro para no equivocarme.

-Alessa- Llegué a pronunciar a penas pude formular mis palabras. Ella me miró expectante al escucharme.

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