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Los días van y vienen, las horas pasan, las semanas, los meses.

Y con eso, las cosas empiezan a cambiar.

Intenté mantenerme lo más alejada del corillo de Miko posible, aunque se me hacía inevitable ya que la rubia invadía mi departamento cada que podía con tal de que no me sintiera sola.

La entendía, ella sabía que no tenía amigos, nadie conocido en Los Angeles, solo dinero de sobra y soledad.

Ahora me encontraba en el ascensor, con nervios y preparada para salir a comer con Victoria, mi teléfono estaba en silencio y con eso respiré profundo para dar el paso hasta afuera del edificio de departamentos.

—Hey..- Saludó, mientras masticaba un chicle de color amarillo, el olor a manzana con tuttu-frutti inundó mis fosas nasales, llevándome directamente a recuerdos de la niñez.

—Ese chicle tiene un olor delicioso- Dije, ella sonrió metiendo una mano en su bolsillo y sacando la golosina para dármela.

Una alegría se contempló en mi rostro, eran esos chicles que de niña amaba, mamá los compraba y los repartía entre todos en la familia.

—¿Cómo..?

—Me gusta saber cosas de ti, Alessa, eres interesante.- Interrumpió, como para concretar mi duda.

Abrí la boca para hablar otra vez pero mis palabras quedaron en mi garganta cuando se acercó y besó mi mejilla tiernamente, agarró mi mano y tiró de ella para guiarnos hacia donde íbamos a ir.

—¿Qué quieres comer?- Preguntó un tiempo después.

Ahora mismo, mis ojos podían verla a ella embelesada por sus actitudes, entonces quizás sí sabía lo que quería comer.

—Este, no-no sé- Tartamudeé, ella sonrió automáticamente.

—Podemos ir a Carl's Jr, es mi favorito, pero si tú quieres que reserve en un restaurante podemos...

—Pidamos en drive-tru— Interrumpí yo ahora, la rubia asintió sin más, subiendo al auto directamente.

Entre el ir y venir de la cantidad de tráfico que había, se hicieron cerca de las dos de la tarde, Victoria antes de pasar a retirar la comida colocó unos lentes y me dio unos a mí por precaución a ser vistas, algo que sinceramente me sorprendió.

—¿No te da vergüenza que te vean?- Cuestioné algo insegura

—Siempre lo hacen.- Respondió con simpleza ajustando el cinturón de seguridad.

—Pero.. ¿Conmigo?

Giró su cabeza mirándome a través de lo negro de sus lentes, relamió sus labios y habló por fin.

—No quiero que te hagan daño- Dijo, acercando su mano a la mía, acariciandola un poco.— Te quedan hermosos esos lentes, te los regalo.

Un sonrojo inmediato llegó a mis mejillas inesperadamente, la ojiazul aprovechó y apretó una de ellas sonriente y juguetona, para luego concentrarse en la fila de autos que había para retirar la comida.

—Puñeta se supone que esto es comida rápida, parece comida lenta..- Se quejó en murmullos, tomando su frente con su codo apoyado en la ventana.

No pude evitar no mirar, últimamente con nuestra cercanía he podido admirar verla enojada, y sí, quizás no es apropiado pero se ve demasiado caliente.

Y ahora es cuando me ponía a pensar en el torbellino de sentimientos que tenía con Victoria.

Sabía que aún no era amor, amor del que sentía con Mariana, a pesar de su ausencia. Aunque algo me decía, y aún me dice, que tenga esperanza que las cosas se van a poner en su lugar, sea bueno o malo.

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