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Tal vez sería la última vez que vería esos ojos azules brillantes y esa mirada ruda color café.

Y no lo quería creer.

Llevaba más de dos semanas sin saber absolutamente nada de Mariana, un par se textos bastaron en mi teléfono para hacerme saber que estaría muy ocupada, demasiado, y que no podría ni siquiera revisar contactos desde su celular personal.

Eran días repletos de trabajo, y me alegraba saberlo, pero me entristecia a mí ya que por mi parte no conseguía ninguna vacante para ningún puesto. Era la tercera vez que mamá me dejaba sola en casa, y yo no comía un buen plato de comida hace dos días.

¿Por qué ser pobre es tan triste? Si supuestamente la humildad nos hace felices.

Aunque es verdad, porque al tener tan poco, nos conformamos con lo que sea.

Y ese viaje a Los Angeles lo confirmó.

De Victoria tampoco sabía nada, no había ningún artículo de ella por ningún lado y Juan estaba empezando a noviar con un muchachito boricuo de por ahí. Bueno, de Amelia no hace falta hablar.

Estaba contando con esmero los meses para que noviembre llegara y así se llevara la histeria de la puertoriqueña.

Ya sin nada más que hacer, solo me quedaba recorrer Cali, no era una ciudad mala, de hecho tenía cosas demasiado lindas.

Unas cuatro o cinco horas fuera de casa, me tocaba volver y encontrarme con mi mamá y su novio, a los cuales traté de recibirlos con la mejor cara.

—Hija, te enviaron un paquete..- Avisó mi madre, yo fruncí el ceño

—¿Paquete? ¿Para mí?- Ella asintió- No he pedido nada.

—Ábrelo y si se equivocaron lo devuelves, ahí fijo dice Alessa Martinez.- Comentó y mis ojos casi se salen de la sorpresa.

Arrastré la caja hasta mi habitación, la cual era tan pequeña que debía poner la misma caja encima de la cama. Rompí el cartón con desespero, notando cantidad de cosas envueltas en papel de regalo, y como si fueran realmente juguetes y yo una niña de seis años, los abrí con una sonrisa de oreja a oreja.

El primero fue una Notebook, de Apple y de color rosa. Uno de mis tantos favoritos.

El segundo eran palomitas en chocolate, bombones y unas cuantas cosas dulces que para mi cercano periodo me venían geniales.

Y por último, el hoodie de Ketchup que dejé colgado en la percha en Los Angeles.

Una pequeña lagrimita bajó por mi ojo izquierdo, y solté un mini sollozo abrazando la prenda e inhalando su dulce aroma a ropa nueva.

—No puedo creerlo..

Una nota llena de stickers sobresalía de los pedazos de caja rotos, y la tomé entre mis manos para leerla.

-"Me dicen que eres mala, pa' mí no te conocen. ♥︎ M"

¿'M'?

¿Cómo que 'M'?

¿'M' de Mariana o de Miko?




















•••





Nadya, una cercana a Miko del equipo 1K, se relajaba anotando los pendientes que le faltaban a la artista para poder lanzar su álbum.

—Acho Victoria, no puede ser que tengamos que largar este álbum en dos semanas y tú todavía no tengas listo el track- Regañaba Mauro a la rubia, y esta se escondía aún más en el gorrito de su hoodie.

La castaña sonreía con gracia, el equipo ahora se volvía a movilizar como lo hacían cuando Miko tocó el pico de fama, por lo que ya acostumbrados tenían todo listo casi que un mes antes.

—Te hablo en serio puñeta, largame el tema principal al menos.- Insistió el único hombre dentro del estudio, Nadya llevó su atención ahora a Miko y negó con incredulidad.

—Déjale un break, mientras ve tú y compra algo pa' comel'- Sugirió, Mauro inmediatamente hizo caso y se levantó de la silla para salir del estudio.

La habitación quedó en silencio, Victoria miraba a un punto cualquiera de la habitación totalmente perdido y Nadya la miraba a ella.

—Yo sé qué te pasa.

—¿Hmm?- Emitió con su garganta, dándose vuelta y prestando un poco más de atención.

—Es Alessa.

La rubia la siguió mirando esperando a que dijera algo más.

—Llámala.

—¿Y qué le digo?

—Lo que sientes.

Victoria tomó el teléfono entre sus manos y lo miró un tiempo, pensando qué hacer y qué decir.

—¿Y si no sé lo que siento?

—Eso es mentira cabrona, tú sabes lo que sientes. ¿Pero sabes qué? Tienes miedo a lo que diga tu hermano, y sobre todo Mariana.

—No puedo hacel' nada ya, Mariana la tiene pa' ella, y están bien. Debo estar feliz con eso.

—Pero no lo estás, ¿tanto te cuesta decil' que la llamas porque no la ves hace tiempo?

Victoria lo pensó, dándole vueltas a su cabeza como realmente decir que de verdad le gustaría saber cómo estaba.

No dudó más y salió al balcón con el teléfono en mano, marcando el número de Alessa sin siquiera pensar.

Un tono, dos, tres, cuatro.

Cinco.

—¿Hola?- Su voz, algo notablemente confusa recibió los oídos de la rubia.

Un calor tan reconfortante le llegó al pecho que una sonrisa se le dibujó en el rostro.

—Ale..

—¿Quién es?

—Miko, o sea Vicky.

—¿Vicky?

Hace rato no te veo, por eso llamé..

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