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El olor al café realza mis sentidos, froto mis ojos al despertarme para ver con más claridad a mi alrededor y me encuentro con el mismo escenario de siempre.

Papeles de partituras por todos lados, cuadros sin terminar y unas que otras lanas que pedían a gritos seguir tejiendolas.

-Ma..- Llamé con la voz aún un poco ronca, reincorporandome en la cama. La nombrada apareció unos segundos después con mi taza favorita en su mano, llena de ese olor a café delicioso que me despertó.

-Buen día mi vida- Se sentó a una orilla del colchón y dejó la taza en la mesa de luz.

Sonreí sin mostrar mis dientes y ella acarició mi pelo con cariño, así sentía ganas de dormir nuevamente.

Mi mamá ya estaba un poco mayor, pero siempre se daba sus tiempos para venir y cuidarme como sea, bien sabía lo apegada que era yo a mi papá y que de vez en cuando necesitaba una compañía. No es que se la pasara trabajando, simplemente ella no le gustaba venir a Añasco, por lo que viajaba de Cali hasta acá.

-Desayuna, así me acompañas al aeropuerto.

Asentí y dejé un apretón pequeño en su mano, estirandome y sentandome en la cama, disfrutando la bebida amarga caliente.

-En media hora sale el vuelo, no tardes mucho.























•••


Sonreí al verme al espejo, el vestido que había elegido para la última cena del año me quedaba de maravilla. El ventilador hacia ruido mientras funcionaba, me senté frente al tocador y terminé de maquillarme.

Algo sutil, tampoco tenía intenciones de impresionar a nadie.

Bueno, en realidad sí.

-Mera, que te busco ya- Juan me hablaba por el telefono en altavoz, reí al escucharlo suspirar porque no le respondía - Vamos, es ahora o nunca.

-Ya te pareces a tu hermana- El castaño bufó en respuesta.

-Si ni hermana es- Habló con sarcasmo y chasqueó su lengua- Bueno, ¿vienes o voy? Dime ya Alessa o te agarro los pelos y no necesariamente los de la cabeza.

-Voy, no te preocupes, tengo el carro. Acompañé a mi mamá al aeropuerto esta mañana- Avisé finalizando el maquillaje con el rubor.

-¿Y? ¿Dijo algo sobre la herencia? ¿Cómo está ella?- Bombardeó con sus preguntas, una tras otra.

Mis manos se movían rapidamente por el tocador notando como cada vez tenía menos tiempo, entre el maquillaje y demás cosas que había encima mientras ojeaba el reloj.

Diez minutos para que sean las once. Pensé.

Por culpa de mi descuido todo lo que quedó al borde de la mesita terminó por caerse al suelo, algunas cosas rompiéndose y otras salvándose.

-¿Está todo bien? ¿Qué se cayó?

-Sí, sí..- Contesté agachada juntando todo- Te llamo cuando llegue.

Corté la llamada, apurandome a tomar mi perfume y colocarmelo en cualquier parte de mi cuerpo. La fragancia a vainilla y caramelo me llenó los poros, pudiendo aspirarla tiempo después, ya subida al auto y abrochandome el cinturón.

-¡Mírala qué hermosa la que viene ahí!- El grito entusiasta de Marcelita retumbó por el patio del hogar al verme pasar la sala y dirigiéndome a ellos.

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