VIII

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Según su cuenta llevaba dos horas y media mirando ese estúpido programa infantil.

Ya ni sabía que era peor: las canciones o que por alguna razón le estaba causando gracias el oso —el cual ya supo que se llamaba Winnie the Poo— las estupideces qué estaba haciendo.

No se consideraba fan de los dulces, sin embargo, ver tantas veces como el oso degustaba la miel con tanta devoción, le abría el apetito.

Estaba dispuesto a ir por un dulce cuando un nauseabundo inundó sus fosas nasales. Incluso sintió sus tripas revolverse.

Bajo sus ojos metálicos hasta el bebé en sus brazos, este mismo se removía inquieto y trataba de saltar en su lugar cada qué una parte lo emocionaba.

El asco deformó su rostro, la molestia y el desagrado luchaba por quien iba a dominar sus emociones.

Akutagawa grito internamente cuando supo lo que tenía que hacer, quería jalar las puntas platinadas de su cabello hasta arrancarlas.

Suspiró sabiendo que no tenía escapatoria, cargó al bebé por debajo de la axilas, tratando de alejarlo lo más posible de él.

Masaki se quejaba por haber sido interrumpido en su entretenimiento.

Sin embargo, el recorrer las escaleras en dirección al cuarto le entretuvo, observaba los pocos cuadros que adornaban la blanca pared.

Aunque las personas que estaban en las fotos tenían un rostro serio y oscuro que le incomodaban, por lo que, decidió dejar de mirar.

Para Masaki le era raro ver una casa con tan poco color, después de todo estaba acostumbrado a ver las paredes durazno, y, los muebles con jarrones llenos de distintas flores.

Cuando llegó a su habitación no le fue tan diferente, las mismas pálidas paredes, los muebles de caoba negros y ni una sola decoración.

Akutagawa recostó al niño con cuidado, las tersas sábanas recibieron al bebé con suavidad, acobijandolo.

——Bien, enano, esto será complicado para los dos, entonces te pido que lo hagamos lo más rápido posible. Después solo finjamos que esto nunca pasó.

Movía sus manos con torpeza y rapidez, sus improvisados movimientos no hacían más que solo incomodar al niño, quien se mantuvo extrañamente quieto y sin hacer un solo ruido; tal vez también era raro para él.

No es que Ryūnosuke fuera un experto en cambiar pañales, pero agradecía a esas películas americanas cliché que mostraban esas escenas; se ahorro la búsqueda en Internet.

Cuando finalmente terminó observó curioso el pañalero, ¿cómo carajos se abrochaba esa cosa?, Abrirlo fue fácil, pero cerrarlo.

El pelirrojo solo lo observaba curioso, en espera de que pusiera su ropa en su lugar.

——¿Cómo se hace esto? —Presionaba lo que parecían ser los pares en un intento de cerrarlo.

Masaki se estaba impacientando, pataleaba al aire tratando de escapar.

—¡Espera enano! —Exclamó tratando de mantenerlo en un mismo sitio, aunque el bebé no cooperaba tratando de escapar—. ¡Deja de moverte!

Su respuesta fue un lloriqueo y el mameluco de oveja en sus ojos, gruñó molesto quitando la prenda de su visión.

Miró la cama molesto dispuesto a regañar a Masaki, sin embargo, las sábanas estaban revueltas y las almohadas tiradas en evidencia de que el niño había escapado.

—¡Masaki!, ¡vuelve aquí mocoso fastidioso! —De un jalón tiro las cobijas de las sábanas, reviso debajo de la cama e incluso en el armario pero no lo encontraba; ¿cómo diablos se escapó tan rápido y sin hacer ruido?

Masaki y el tío Ryu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora