Lidia con las Consecuencias

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Sorprendentemente, desmantelar todo un campamento eremita y reformar una ciudad en tres días tiene sus consecuencias.

Alhaitham debe ocuparse de eso. Qué molestia.

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Alhaitham siente el frío penetrante del suelo contra sus rodillas, la escarcha que queda de la protección de Layla. ¿Ahora qué?

—¡Ey! ¡Están aquí! ¡Lograron salir con vida! —La voz de Feroz resuena entre los escombros.

El sol brilla demasiado después de estar encerrado en esa cueva durante los últimos ¿qué... treinta minutos? ¿Cuarenta? Sólo amplifica su migraña. ¿De nuevo, por qué tuvo que pasar por eso?

—¡Encuentren a los supervivientes y átenlos! ¡No dejen escapar a ninguno!

Deja escapar un largo suspiro, concentrándose en la brisa que le acaricia la cara y calma su mente agitada. Necesita calmarse y pasar rápidamente a la siguiente tarea que tiene entre manos.

¿Cuál... es su próximo objetivo?

—No puedo creerlo. Todo esto... por su amigo arquitecto. ¡Qué devoción! Los ermitas necesitamos más de esto.

—¡Sí! ¡Debería unirse a nosotros!

—¿Por qué no se lo propones, jefe?

—Ey. No lo digas de esa forma. Es grosero. ¿Y no crees que ya lo intenté?

¿Por qué esas voces suenan tan fuerte? Alhaitham sólo quiere paz. No quiere pensar. No entiende por qué debería hacerlo.

—¿Señor Alhaitham? —Viene una voz más tranquila y preocupada a su espalda.

Oh. Bien. Layla. Ella ayudó. ¿Con... qué exactamente?

—Háganse a un lado. Déjenme pasar —La voz de Cyno. ¿Qué está haciendo allí?

¿Qué está haciendo Alhaitham allí?

El general entra en su campo de visión, ocultando un poco el sol, y un suspiro de alivio se escapa de sus labios. Su cabeza se siente un poco mejor.

Las cejas en el rostro de su amigo se fruncen.

—¿Dónde está tu visión?

La... visión.

Correcto. Alhaitham tiene una visión. En su capa. Una Dendro.

Usualmente.

Una energía indescriptible lo impulsa del suelo, hacia un montón de rocas, escombros del techo. Se arroja de nuevo al piso y excava frenéticamente, poseído por la desesperación.

En medio de las ruinas, descansando contra un cuerpo inconsciente, aparece una luz bajo las manos de Alhaitham. Un brillo reconfortante y verde. Una visión. Su visión.

Con precaución, lo más lentamente posible, como si un simple golpe pudiera hacerla desaparecer, Alhaitham la recoge entre las palmas de sus manos.

Y entonces todo cobra sentido.

El puerto. La administración. Los eremitas. Su búsqueda, su vida, sus deseos... Kaveh. Arcontes. Por un momento, Alhaitham se olvidó de Kaveh. Empuja la fría superficie del cristal contra su frente, algo impactante pero calmante para su dolor de cabeza. Su agarre incrusta el ornamento en las yemas de sus dedos, perforando su piel, dejando que el ligero dolor se arraigue en su perdida mente.

Se siente abrumado y en paz. Es inexplicable. Es como encontrarse a sí mismo de regreso, como si hubiera estado viviendo en un reino brumoso durante las últimas horas, como una descarriada alma perdida, siguiendo en movimiento sin saber por qué.

The Dramatic In-Depth Journey of the Loveless LightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora