The Dramatic In-Depth Journey of the Loveless Light

El León y el Águila

Como era de esperar, Alhaitham puede contar con la diosa de la sabiduría para desafiar su mente.

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Alhaitham observa las ramas sobre su cabeza, que se balanceas suavemente con el viento. El cielo está despejado y salvo por las escasas nubes que decoran el azul, es perfecto. Es un día tranquilo, un clima perfecto para leer.

Es frustrante que no pueda hacerlo.

A su derecha, Cyno espera con él, presionado contra la pared exterior del santuario de Surasthana. Se separaron de Dehya en su camino desde el palacio. Ella declaró con confianza que encontraría a Kaveh antes que nadie y eso de alguna manera ayuda a Alhaitham a estabilizarse. De alguna manera le da esperanza.

La mirada del general no abandona al erudito, con la ya habitual mezcla de fastidio y preocupación. No dicen una palabra, ni reconocen el silencio. Ambos están tensos, preguntándose qué podría querer su arconte.

El chico de Inazuma entró y les pidió a ambos que se quedaran allí. Le lanzó una mirada llena de sospechas a Cyno al entrar, como si le preguntara por qué lo siguió también. Alhaitham lo sabe. Después de todo, ya había escapado dos veces del general en los últimos días, y cada vez lo encontraron desplomado en el suelo rodeado de escombros. Así que Cyno simplemente está evitando que ocurra otra catástrofe, claramente sin confiar en que dejen en paz a Alhaitham.

El escriba debería estar elaborando planes, debería estar buscando formas de escapar de la vigilancia de su amigo. Kaveh aún no ha sido encontrado. Pero sus ojos están pegados a los verdes jardines de la Academia, unos metros más abajo. Los estudiantes atrapados dentro de la casa de Daena, con la cabeza entre los libros, no van allí, y ese lugar permanece tan tranquilo como lo estaba durante sus días de escuela, solo perturbado por los raros estudiantes de Amurta que buscan un escape.

A Alhaitham le encantaba leer allí. Los pasillos concurridos, los pasos apresurados y los susurros estresados ​​de los eruditos no llegaban hasta los jardines, y era un gran lugar para relajarse, quitarse los auriculares y dejar que el viento le recordara el mundo fuera de las salas de las aulas. Alhaitham no se había sentido tan seguro en ese momento. Todavía no podía excluir al mundo cuando se sentía demasiado abrumador, lo que lo molestaba constantemente. Por el ruido de las túnicas que crujen a cada paso, por las charlas que se elevan desde la ciudad, por las risas ahogadas en conversaciones lejanas. Siempre había sido demasiado ruidoso, y su yo más joven no podía soportarlo, no podía esconderse de ello y se veía obligado a vivir en espacios ruidosos, donde ninguna cantidad de hechos y lógica podía mantener los sonidos a raya. En este lugar hiperactivo, los jardines de la Academia eran su consuelo.

Sólo Kaveh supo encontrarlo allí y a Alhaitham le había parecido bien eso. Por extravagante y apasionado que fuera el genio de Kshahrewar, nunca traspasó el límite de lo "demasiado ruidoso" para Alhaitham. Nunca encontró una explicación adecuada de por qué. Era Kaveh. Era diferente. Y el joven estudiante de Haravatat que era, no podía entender por qué ese senior objetivamente ruidoso no agravaba sus sentidos como lo hacía el resto del mundo.

—Alhaitham —Cyno lo saca de sus pensamientos—. Sé que estás cansado, pero no te quedes sin energía ahora. Tienes que prestar atención mientras hablas con Lord Kusanali.

En ese momento, la enorme puerta del santuario se abre, revelando al niño de Inazuma.

—Sígueme, escriba —él ordena. Cuando Cyno comienza a moverse detrás de Alhaitham, agrega—: Y solo el escriba.

El general se congela y mira fijamente los ojos verde azulado del erudito, antes de retirarse a su lugar junto a la pared con un suspiro. Alhaitham se dirige a él con una leve sonrisa, extrañamente agradecido por la preocupación, y sigue al niño al interior.