La llegada de un nuevo semidiós al campamento representa un nuevo comienzo. La vida de un semidiós no es para nada fácil, así que cuando el padre de Phoebe murió, ella tuvo que sobrevivir como pudo. Hija única y sin familia. Tratar de sobrevivir lo mas que pudiera era lo único que podía hacer. Escapando de monstruos, sin entender muy bien lo que pasaba; solo tenía catorce. Un año después, su llegada al campamento mestizo fue como una oleada de tranquilidad, fue el momento en el que el peso de preocupación que constantemente iba cargando sobre sus hombros desapareciera.
Por primera vez después de mucho tiempo, se permitió descansar.
Pero que un sentimiento de tranquilidad se asentara en su pecho no significaba que bajara la guardia, Phoebe puso atención a cada detalle que había a su alrededor. Se matuvo alerta, permitiéndose también de disfrutar la belleza de aquel lugar. Un sitio nuevo da miedo, si le sumas el hecho de que este está lleno de personas a las que no conoces, se vuelve aterrador.
Pero mantuvo la calma, prestando atención a las palabras de Quirón y las cosas a su alrededor. Era un lugar maravilloso. El color verde estaba en todos lados, también el naranjo, en las camisetas de los campistas y los tonos azules en el gran lago. Phoebe amaba los colores y las sensaciones que estos podían provocar.
Phoebe estaba maravillada.
Jamás en su vida había estado en un lugar lleno de una naturaleza tan hermosa y variada. Y eso le gustaba, estaba ansiosa por conocer el bosque que se encontraba en el campamento. Se sentía a salvo allí, como si pudiera al fin encontrar un lugar al que llamar hogar.
Pero no fue la belleza del campamento lo que llamó su atención. Sí, era el sitio más hermoso que alguna vez había visto. Pero lo que llamó su atención fueron los campistas entrenando con las espadas. Donde vivía antes no había espacio para practicar ningún tipo de deporte.
—Puedes unirte a ellos luego. —Phoebe solo asintió con algo de timidez, no pretendía ser demasiado obvia, pero su asombro era difícil de ocultar. Además, Quirón era alguien bastante perspectivo. —Ahora vamos a dejar tus cosas.
Siguieron caminando a través del campamento. El silencio de Phoebe se debía a la timidez y a la admiración de todo el entoro. Todo era tan mágico que le era díficil de creer aún. Se sentía como en un extraño sueño.
—Esta es la cabaña once, la cabaña de Hermes. —alrededor habían doce cabañas en total. —Un lugar para los viajeros. Aquí es donde te quedarás.
Junto a ellos apareció un chico, alto, cabello oscuro y ondulado; era el chico más lindo que había visto en su vida, no es que hubiera conocido a muchos, pero sin duda este era el mas lindo que había visto. A su lado una niña pequeña, que no debió de tener más de diez años.
