Había días en los que Luke se sentía lleno de una tristeza profunda, él la confundía con irá y rencor, pero en el fondo solo era una mar de tristeza causado por el rencor de su corazón. Llegaba a sentirse solo, incluso cuando estaba acompañado de un sinfín de campistas en la cabaña de Hermes.
Este era uno de esos momentos en los que Luke simplemente quería alejarse de todo, aunque trataba de ocultarlo ante todos los demás.
Se perdía en el bosque del campamento; decía que iba a entrenar, era muy fácil convencer a los demás. Se perdía en los cientos de árboles que había a su alrededor.
Phoebe notaba cada vez que Luke desaparecía. En general era una chica que se fijaba demasiado en los detalles de su alrededor; necesitabas conocer todo su entorno si querías una buena estrategia y Phoebe se caracterizaba por ser la mejor estratega del campamento, aunque casi nunca utilizaba esas estrategias en el campo de batalla.
Las batallas jamás serían lo suyo, solo quería encontrar paz a su alrededor y dentro de su corazón. Era una cosa difícil cuando tu mente estaba llena de caos causado por el rencor. Un rencor que se quedaba callado y tranquilo, pero que estaba ahí, siempre estaría ahí.
Eran esas las cosas que jamás logras olvidar lo que mantenía vivo aquel rencor.
Cuando las cosas se trataban de Luke, los detalles siempre florecían más rápido. Conocía cada detalle de él, su forma de sonreír, su forma de fruncir el ceño y cada uno de sus movimientos le eran familiares. A veces pensaba que lo conocía más que a sí misma. Así que Phoebe sabía con exactitud cuando Luke estaba extraño. Todos en el campamento creían que las cosas iban bien, no había razones para pensar lo contrario, Phoebe sabía que no todo estaba bien; sabía que Luke no estaba bien, algo le estaba sucediendo desde hace un tiempo y eso la tenía preocupada.
No se sorprendió al encontrarlo en el bosque, conocía los lugares favoritos del muchacho para esconderse. Estaba de espaldas a ella, mirando los árboles frente a él.
—Sabía que estarías aquí. —Luke ni siquiera tenía que voltear para saber quién era, reconocería la voz de Phoebe en cualquier momento. Una sonrisa ladina se formó en sus labios.
—Siempre sabes dónde estoy.
—Tal vez sea un don. —se sentó junto a él. —¿Ahora miramos los árboles? Son lindos, me gustan.
Miró también los árboles, enormes y majestuosos; una belleza incomparable, la naturaleza era tranquila y pacífica, definitivamente un buen lugar para escapar. Pero Luke ya no miró los árboles, ahora la miraba a ella; una belleza incomparable.
