Capitulo 11:

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Icar
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Todavía no sabía que opinar de Fhobos con total exactitud, no podía creerme lo que hizo, pero no tenia tiempo de pensar, al lanzar la flecha todos salimos corriendo en una dirección, yo me encargaba de lanzar flechas a diestro y siniestro para iluminar, y se paso cargarme gente. Podía divisar a gente por todos lados, bestias, semidioses, incluso mortales. Llegué a sentirme mal por tener que atacarles, pero no quedaba de otra, eran ellos o nosotros. Solo deseaba que Apolo estuviese cerca, por si a alguien le daba por empalarme como a un pincho moruno como hace unos meses, logré ver tres cabelleras negras, pero la única que distinguir fue la de Andy por la larga melena rizada que volaba con aire que se estampaba contra ella, Deimos peleaba con lo que parecia ser un gigante con muchas manos, demasiadas manos para mi gusto, empezo a darme tiricia pero el ver a Deimos pelear con el rayo en mano el cual iluminaba su cara de forma siniestra me obligaba a ver, algo me golpeo en la espalda, desestabilizando mi vuelo. Creo que empezaba a entender por qué mamá me llamó Ícaro.

Cuando conseguí alzarme de nuevo, me giré con el arco cargado, y vi a Zagreo, el cual hizo que me temblase el cuerpo completo, a Andy cuando hacía armas se le ponían desde las uñas hasta dos dedos más arriba de su codo, pero el tenía hasta los hombros, y las grietas que se le formaban en el cuerpo no eran de color morado, si no de un intenso y frío verde.
-¡Espabila, o mataran a mi hermana!- me grito molesto mientras se lanzaba en picado al suelo a seguir con sus problemas, mire a donde el iba, varias mujeres con cola de reptil y con decir varias decía tres centenares, lo atacaban, lanzando veneno y más cosas con ponzoña.

Esto estaba siendo una masacre total, casi mil ¿Personas?, no se cómo denominar a esos bichos, contra: Dos dioses del terror, un dios de los muertos, una diosa de las sombras, otro dios de los muertos pero más joven, una diosa madre de la hechicería, con una semidiosa lanzallamas verdes... Y yo, un dios novato que lanzaba flechas arcoiris que explotaban.

Me escabullí entre los árboles intentando no ser asesinado de manera escalofriante, pero fue ciertamente inútil. Escuche una voz que hizo que la piel se me erizarse, por un segundo sentí toda la sangre de mi cuerpo congelarse sentí escalofríos por todo el cuerpo, no queria girarme, pero al hacerlo vi unos ojos inyectados en sangre, llorosos llenos de rabia.
- Ícaro... - maldije, el soltaba rayos por el cuerpo. El miedo me paralizaba, no podía moverme, uno de esos rayos me impacto en el cuerpo, mundo se volvió blanco por un instante, y luego todo se desvaneció en una tormenta de dolor y confusión. Sentí como si mi cuerpo estuviera siendo arrancado de mí mismo, mientras la electricidad corría a través de cada fibra de mi ser. Fue como si estuviera ardiendo desde adentro hacia afuera, con cada célula de mi piel gritando en agonía. El sonido ensordecedor del rayo resonaba en mis oídos, mezclado con mis propios gritos ahogados. Todo mi ser se contrajo, y luego, un instante después, el dolor pareció estallar en un millón de fragmentos, dejándome sumido en la oscuridad y la confusión más profunda que jamás había experimentado. Fue como si el tiempo se hubiera detenido, y yo me encontrara atrapado en un vacío de sufrimiento indescriptible, a lo lejos en mi aturdimiento escuché su voz tenebrosa.

-Pagareis... todos, desde mi hermano Hades hasta el último de sus vástagos.
Vas a pagar todo... Tú y Andrómeda... Morireis- aseguró a medida que su voz me congelaba la espina dorsal. Un destello me deslumbró, aferrándome al arco logré ver que algo apareció entre él y yo, la espalda ancha y fornida de Deimos.
-Vete Icar, antes de lanzar la flecha susurra lo que tengas que decir y avisa a los demas- su voz áspera daba seguridad, pero el temblar de sus piernas no. Estaba aferrado a el rayo como si su vida dependiese de ello, y dependía de ello. Me levanté como pude, cayendo torpemente varias veces, giré para mirar la pelea en la que se había enzarzado Deimos. Os mentiría si dijese que de todas las batallas que había visto en mi corto tiempo con ellos, está era la más bella y peligrosa.

Cada vez más veía borroso, sentía energía por mi cuerpo, más de la que debía haber, me costaba respirar, sentía mi corazón latir pausadamente, no estaba bien. Tenía que llegar a Andy, tenía que llegar a ella.
Mis ojos fallaban, mis piernas no resistían, mis alas no eran capaces de moverse sin espasmos, estaba totalmente echo mierda, ¿De que servía?, ¿No sería mejor que nos matase?, ¿No dejaríamos de sufir?

¿Los dioses no nos merecemos descansar en paz?
La cabeza me daba vueltas, ya no era capaz de ver. El corazón martillaba en mi pecho mientras la oscuridad me envolvía, negándome la visión que tanto ansiaba en este puto momento.

Cada respiración se volvía un susurro agónico en el silencio opresivo que me rodeaba. Mis manos buscaban desesperadamente algo, cualquier indicio de luz o dirección, el arco en mi mano me ayudaba a mantenerme de pie, el miedo se aferraba a mí como una sombra, retorciéndose en mi interior y nublando mi mente con imágenes de lo desconocido. Cada paso era un abismo de dudas y pavor, la sensación de estar perdido en la oscuridad me consumía por completo.

Tenía que sentarme, me escondi entre la maleza con el arco aferrado a mi pecho, el olor férreo de la sangre inundaba mis fosas nasales, mi estómago se rebotaba, sentia las bilis llegar a mi esófago, el acido estomacal me quemaba la garganta al expulsar los residuos.
Necesitaba algo que me iluminase, pense en las flechas, la urgencia y necesidad me hacían pensar mil cosas a la vez.
Alce mis manos hacia atrás, buscando el carcaj, palpe hasta encontrar la pluma de la flecha, agarré una y con las llenas de los dedos palpe por toda la asta, cuando note los filos de la punta, la aprete en mi mano sin importar el dolor, necesitaba sentir algo aparte de espasmos y calambres. Podía notar mi sangre caer por mi antebrazo, el olor me hizo vomitar nuevamente, aún con el ardor severo en el esófago pensé en lo que necesitaba, luz. La luz es lo que necesitaba, pensé durante varios minutos, intentaba concentrarme en el flujo de energía que había en mi, había demasiada. Tenía que controlarme, debía controlarme no podía perder los nervios, aunque me estaba costando demasiado.

—Vamos... Tú puedes... — me susurré a mi mismo, sentía el flujo de energía correr por mis brazos, hasta la flecha, un pequeño destello captaron mis ojos delante, aunque parecían metros y metros de distancia, tenía que lanzar la flecha.

Busque el arco, lo agarré, el frío material me aliviaba el dolor indecente que sentía, cerré los ojos, suspirando.
Recordé las palabras de Deimos, tenía que susurrar a la flecha.
—Andy... Ve a Andy... Dile que Zeus está peleando con Deimos... Dile que no puedo ver, un rayo me ha dado... —un nudo en mi garganta me hizo parar, quería llorar, sentía angustia en mi pecho, la impotencia me hacía sentir inútil.
—Dile que venga...— termine yo, busque el sentido del viento y con rapidez busque la luna, un punto en el cielo de escasa luz me hizo darme cuenta que era ella.

Entonces, con un movimiento suave pero decidido, soltó la cuerda del arco. El proyectil lanze hacia adelante con una gracia mortal, cortando el aire con determinación y propósito. El corazón me partía el pecho con un latido fuerte un eco resonante me rezumbaba en los oídos, solo la necesitaba a ella.

Lady Shadow III:Las Armas de los Dioses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora