Capitulo 12

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Andrómeda
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El viento me daba en la cara, estaba sola. Veia todo el caos que estaba formado, ¿Que necesidad había de esto?, ¿Porque debía morir gente solo por el egoísmo de una persona?
La piel se me erizo, por un momento me paré. Tenía un mal presentimiento, me giré, buscando. Sentía que algo me llamaba, podía ver a lo lejos a Zagreo pelear codo con codo con Fhobos, era la primera vez que no los veía pelear entre ellos, María estaba corriendo detrás de Hecate, quien le daba instrucciones de cómo atacar.

Papa estaba perdido a mí vista, no lo veía. Podía ver los destellos de rayo, no sabía que estaba haciendo Deimos. Hacía rato que no veía a Icar sobrevolar el cielo lanzando flechas, era lo que nos iluminaba, aparte de la luna y el fuego.

Había barrido con todos los que se me habían puesto por en medio, estaba cansada, la cabeza me retumbaba, los ojos me pesaban. ¿Que mierda me estaba pasando?, tenía que reaccionar.

Un sonido silbador paso por mi oreja, rozando mi mejilla, cortándome en el acto, eso me hizo reaccionar. La flecha se clavo con fuerza en la piedra, era de oro, brillaba la cola donde estaba la pluma brillaba con miles de colores, era una flecha de Icar, la agarré al instante, mi vista se nublo, dejándome a ver a los pocos segundos a Icar tirado en el suelo, casi muerto, tenía marcas moradas por el cuerpo, parecia estar vomitando sangre, su cuerpo se incorporo, sus ojos ya no eran dorados, no brillaban, su rostro había sido transformado, tenía marcas largas y ramificadas por el rostro, y parte del cuerpo, su piel se habia cambiado de su clasico tono oliva, en un pálido y terrorífico blanco. La sangre goteaba por sus lagrimales, sus ojos mostraban pequeñas venas reventadas en la esclerótica, mientras sus gritos de angustia y desesperación retumbaban en mis oídos. Cuando fui a tocar la imagen se desvaneció en luz, mire a mis espaldas, tenia que buscarlo.

Mis piernas se movieron solas, empecé a correr buscandolo, me alce en una columna de unos ocho metros, María paso por mi lado como si de un meteoro se tratase, gritando algo que no logré entender. —¡Vocaliza!, ¡Eres argentina, no jupiteña!— hice que la columna se moviese detrás de ella, era como si me llevase hacia algún lado.
—¡Me encontré al gallego!, ¡Está echo mierda!, ¡Anda a por el, está allá!— decía ella lanzando una llamarada verde que me indicaba donde. Desapareció de mi vista, yendo donde Fhobos y Hecate la reclamaban. Mire por unos segundos la escena, era una masacre.

Me giré y salte de la columna, lanzándome en picado, antes de aterrizar, hice que las ramas me agarrasen. Me balacee por las ramas hasta llegar al suelo, al alzar los ojos lo vi. Apesar de estar casi muerto buscaba la forma de levantarse, estaba apoyado en el arco, corrí a su lado antes de que se cayera, el hablo.
—Andy...— lo miré a los ojos, el estómago se me revolvió, tenía sangre cayendo por los ojos, era exactamente igual que en la imagen. Sus manos manchadas de sangre acariciaron mi cara, y pelo, una sonrisa se manifestó en sus labios.
—Estas aquí... No te veo...— murmuraba el, un suspiro salió de mis labios. Seguido de eso sentí como las lágrimas caían por mis mejillas manchadas de tierra y sangre.

—Estoy aquí... Estoy aquí rubio...— murmuré, prese mis labios con los suyos de manera repetida, no quería creerme que era mi Icar el que estaba así.
—Tenemos que llamar a Apolo.— el negaba, se intentó levantar pero sus piernas no reaccionaban, solo tenían espasmos. —No... Tenemos que seguir, Deimos está con Zeus, están luchando... Tenemos que ir...— decia el mirando a la nada, no veía. Sus ojos perdidos buscaban mi cara por algún lado, sus manos se alzaron de nuevo acariciando o más bien palpando mi rostro.
—Andy... Tengo un mal presentimiento...— murmuró el, negué y lo levanté con cuidado.
—Vamos... Muévete, vamos. — susurré agarrandolo con cuidado, tenía las marcas con quemaduras por todos lados, sabía que le dolía. Supongo que tenía que dolerle, tenía casi medio cuerpo quemado, alce un pilar lo suficientemente alto como para poder buscar a papá y Hecate. El soltaba balbuceós, no llegaba a entenderlo.

—Andy... Si me muero entierrame en Sevilla...— esa fue una de las frases que logré entender, aún estando medio muerto intentaba sacarme una sonrisa.
—No te vas a morir... No puedes. Te lo prohíbo — murmure yo agarrandolo, intentando no llorar, mientras guiaba el pilar, lanzando sombras e hidras a todo ser volador que se nos acercaba.
Su risa entro por mis oídos, su mano ardiendo acaricio mi piel, sentía como la electricidad salía de el, no era bueno.
Apesar del dolor que me causaba sentir la electricidad cerca no lo solté, si lo soltaba saldría volando, y no tenía la suficiente fuerza como para estar de pie. Cómo para mantener el vuelo, sus ojos se cerraban, yo golpeaba sus mejillas con mis dedos.
—Icar... No te duermas, porfavor....— el agarraba mis dedos, beso mi mano y sonrió con los ojos al cielo.

—Me prometes que si no me muero nos casamos en la catedral de santa María, y celebramos la boda en plaza España...— le mire de reojo, sonrei de lado, acariciando su cara, presionadolo contra el pilar con mi cuerpo al descender para no levantarnos.
—¿Te recuerdo que somos griegos?— le dije casi apunto de aterrizar.
—Si quieres cambiamos a los cristos por Dioniso y ponemos las diosas vírgenes como las vírgenes de la catedral.— estaba delirando ya. Al aterrizar la tierra tembló por el impacto, el se quejó un poco al sentir el temblor. Lo agarré con cuidado para no dañar su piel sensible, alce la cara al cargarlo y me encontré a Hecate en una especie de carpa andragosa.

El viento la movía con fuerza y rabia, dentro de ella había un portal abierto. Varios dioses habían llegado, entre ellos Ares. El cual al ver a Icar me lo arrebato de los brazos con rapidez, corrí detrás de él mirándole, al entrar Fhobos estaba ahí con varias personas atadas con hiedras venenosas.
—¿Donde está?— decía el con voz gelida. —¡¿Donde está Deimos?!, ¡Estaba peleando con Zeus la última vez que lo vi!— gritaba el molesto tenía el harpe de papa en la mano, pero al revés, el enganche que agarraba las hojas estaba siendo agarrado por sus manos, mientras desollaba a gente de manera meticulosa, María estaba agarrando a la persona que Fhobos estaba desollando, podia ver una pequeña luz con tonos verdes iluminar las manos de ella, que estaban apoyadas en la piel sin desollar del la victima de ambos.

—Habla ya, ¿Querés que te prenda fuego? — decía ella molesta golpeando la cabeza de la víctima con sus manos incandescentes.
Ares se estaba perdiendo la diversión, estaba atendiendo a Icar, no dejaba que nadie se acercase. Nisiquiera yo, me acerque por la fuerza y lo ayude a romper su ropa para tratar sus heridas.
—¿Donde está Deimos?— murmuraba el molesto, sus ojos anaranjados estaban en unas cuencas de ojos demacradas, nerviosa baje los ojos, ¿Que le pasaba a este hombre?.

—Tio Ares.. Deimos no ha echo esto... El no le haría esto a icar.— el alzo sus ojos y me miro: — Andrómeda, Deimos no lo ha hecho... Pero lo ha permitido...— murmuraba casi inaudiblemente, eso me pateo el pecho, sentí cómo si el alma se me cayese.
—No... El lo hubiese evitado. No ha llegado a tiempo...— volví a murmurar yo.

A medida que le quitaba la ropa a Icar podía ver su cuerpo, su piel oliva estaba llena de marcas, sus cicatrices en los brazos apenas se notaban ya con las marcas en forma de trueno se expandía por todo su cuerpo, desde su nuca hasta su pelvis, e incluso parecia llegar mas abajo.

Afortunadamente Icar estaba medio inconsciente, solo soltaba quejidos. Sus dedos soltaban chispas. Ares alzo los ojos y hablo.
—Hay que sacarle la energía que hay en su cuerpo, esa electricidad es mala...— Atenea, y Apolo se acercaron a nosotros.
—¿Que ocurre?— murmuraba la diosa de ojos brillantes, se fijo en el cuerpo de Icar y se llevó las manos a la boca.
—Lichtenberg— eso solo salieron de sus labios. Apolo parecía al borde del infarto, con cuidado se llevo a Icar a la esquina más apartada de la enorme carpa, le quitó los pantalones y consigo su ropa interior, le echo un trapo por encima para que nadie viese nada y comenzó sacar cosas de un pequeño maletín que tenía.

—¿Cómo le sacamos la electricidad?— le cuestione yo ha Ares, Atenea me miro.
—Pues alguien que tenga electricidad en las venas.— finalizó la diosa con su voz misteriosa y calmada. Ella miro a Ares, el cual asintio mirándole, el se levantó y alzo la voz en un grito.
—¡Fhobos!, ¡Ven!— en menos de un parpadeo el apareció delante de nosotros, sus ojos no estaban bien, estaban trasntornados. Apolo grito, nosotros nos dimos la vuelta y le mire, al abrir los ojos de Icar pareció ver un demonio.

—Esta ciego...— murmuró el, esto no podía estar pasando.

Lady Shadow III:Las Armas de los Dioses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora