Capitulo 15

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Deimos.
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Algo en mi me martirizaba, me dolía saber que Andy no estaba bien, pero. Esto era por nuestro bien, estaríamos juntos solo ella y yo, sin nadie que nos moleste. Tenía un plan, agarrar a Icar y llevarlo ante Zeus, y cuando estuviese desprevenido matarlo, así no sería el segundo de nadie, Zeus estaría muerto.

Empecé a recordar las palabras de mi madre, parecía escuchar su dulce voz en mis oídos, como un susurro cálido. Cómo cuando de pequeños se dormía con nosotros y teníamos pesadillas;en ese momento estaba corriendo por todos lados, huyendo de ellos, tenían que entenderme, debían entenderme.
Caí en un árbol, recostandome en el. Respiraba agitado, mire el rayo en mi mano, apenas brillaba ya. Estaba cansado, tenía que ir al lado de Zeus.

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Mis ojos se cruzaban con los orbes azules de Zeus, el me contaba con total calma lo que quería hacer. Mis planes eran diferentes, pero debía fingir que estaba dispuesto ha hacerlo.

-Vamos Deimos, no tendrás que ser el segundo... La tendrás para ti solo. Solo debes traerme a ese semidiós, debes traerme al bastardo de mi mujer. Y te dejaré vivir junto a Andrómeda, en el inframundo tenéis todo lo que necesitáis.-hizo una pausa, sus manos callosas y esqueléticas reafirmaban su aún mortalidad. -Matare a Icar y después a Hades, tú y ella reinareis en el inframundo... Sin nadie que os moleste.-
Los ojos inyectados en sangre me analizaban, estábamos escondidos en una cueva, Hefesto estaba sentado en el suelo, haciendo un relicario. Donde habían dos fotos, una de mamá, y otra de Hera.

La mirada obsesiva de Hefesto me hacía dudar, pero yo mismo me aseguraría de que no le hicieran nada a mi madre o a mí padre. Lo único que necesitaba era estar con Andy y ellos.
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Mis ojos miraban el horizonte, podía ver que la noche no acababa, ¿Que pasaba?, posiblemente Hecate había hecho un hechizo para hacer que los humanos no salieran de sus casa, ella se preocupaba por el bienestar de la gente débil, y más si eran en Grecia.
La segunda opción, y también viable era que la gran mayoría de los dioses del inframundo estaban fuera del mismo. Pocas veces había pasado eso, el fenómeno era terrofico, el cielo negro solo brillaba por las constelaciones, pues solo había luna nueva. El fuego verde que rodeaba el campo de ellos hacia lo visible. Sentía mi pecho estrujarse, ¿Estaba bien lo que hacía?, ¿incluso después de todo?, me intentaba convencer de que si, de que todo sería mejor para mí y para Andy...

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Andrómeda
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Sentía mi propio pecho arder, estamos sentados mientras los demás discutían, Fhobos peleaba con Ares, Zagreo estaba mirándome desde su esquina, Icar estaba sentado con trapos en la cabeza para enfriarse.
-Habeces me cuestionó si realmente lo que tienes en la cabeza es esparto en vez de neuronas, ¡¿No ves lo que ha echo tú hijo?!- grito Fhobos; -¡Está con Zeus!- Ares estaba sentado con las manos en la cara, estaba palido y sudoroso, apenas era capaz de hablar coherentemente.

-Debe ser un error... El no haría eso... -negaba el ansioso. Sabía que era difícil para el, su hijo, su primer hijo. El niño se sus ojos cometiendo algo impensable para el, la traición a la sangre. No sólo a mí, si no a el mismo, podía sentir a Ares querer que la tierra se abriese y lo llevase al tártaro haber si despertaba de ese horrible sueño. Pero no era un sueño, era real;Deimos nos había traicionado.
-Lo ha hecho... ¿Y todavía no te das cuenta?- decía de manera suave Zagreo mirándole de reojo.
-No es posible, te digo que no, el no lo haría... Debe tener un motivo...- la voz ronca de Icar rompió la conversación entre esos tres, que más que conversación parecía una terapia intensiva.

-Es por Andy... Quiere a Andy para el... - Icar se quitó el trapo de la cabeza, estaba encorvado con las piernas abiertas, casi al filo de la camilla, levantó la cabeza. Ahora con buena luz podía ver bien todas sus heridas, en la cara tenía lo que parecían estrías nacientes de los ojos, sus ojos no eran dorados brillante y fríos, eran opacos, apenas tenían brillo. Las estrías iban desde sus ojos hasta su torso y más abajo. Entre enmedio de las cicatrices se veía la cicatriz que tenía por culpa de Hefesto. El me miró, sus ojos me analizaban. Podia sentir la sangre de mi cuerpo acelerarse; el hijo de puta aún moribundo estaba para untarlo con queso.
-Pero... Ya estabamos juntos... Los tres...- murmure yo mirando a Icar: -¿Que parte de "solo para el", no entiendes?- soltó suavemente, madre de mi vida me estaba poniendo mala.

Agaché la cabeza, no sabía cómo procesar todo. Todos salieron de la tienda, yo me quedé ahí con Icar, el respiraba agitado, me miraba fijamente.
-¿Que ocurre?- el agarró mi mano y la acaricio.
- Andrómeda... - trague saliva, el no me llamaba así.
-No me llames así... Tú no...- el sonrió; -Se lo que piensas, Deimos... Quieres explicaciónes, pero no las va a dar...- yo intenté hablar: -Debe de haberla...

- Andrómeda -trague saliva.
-No me puedes hacer elegir... - el se incorporo, miró entre sus cosas, agarró su cadena, que tenía sangre y lo que parecían trozos de carne.
- Esta cadena, ¿Sabes quién me la dió?- asentí, se la dió su vecino. Era una pequeña cruz, segun lo que el me había dicho ese hombre siempre solía llevarle comida a su casa por la ventana, o sacarlo a escondidas para poder estar tranquilo, podía estar durante días allí, hasta que su tío se daba cuenta que no estaba.
-Se llama Gonzalo... Nunca te he dicho su nombre, el me enseñó muchas cosas... -sabia que quería decir.

-Icar...- lamente yo.

-Jamas te he pedido que elijas... Pero esto es insostenible.- negué bajando la mirada, no quería darle la razón. El agarró mi mentón forzándome a mirarlo.
- Andrómeda... Si me quieres a morir... Muere conmigo, y si me quieres a matar, mata conmigo, pero no traiciones la poca confianza que me queda. Eres la única persona a la que le confiaría mi vida en este momento... No puedes dejarme ahora. - miraba sus ojos opacos, estaba lleno de cicatrices.
Sus manos ardían en mi cara, cerré los ojos apoyando mi frente con la suya.

- Todo esto es mi culpa... - el negó, su pulgar masajeaba mi mejilla.
-¿Como lo sería?- no sabía que decirle, sus labios se acercaban a los míos, no podía besarle, me sentía mal hacerlo, no después de lo que había echo con Deimos.

-Icar... - el asintio, notando como alejaba mi cara de el. -Me lo ha dicho Afrodita... - trague saliva nerviosa, si ella lo sabía todos lo sabían.
-Me da igual, ser el primero, el segundo o el decimoctavo... Lo que me importa es ser el último...- le mire llorosa, el acaricio mis labios con los suyos, un suave beso se desenvolvió entre los dos.

No sabía decir cuánto podría llegar a querer a este hombre, pero quería que se quedase conmigo siempre.

Lady Shadow III:Las Armas de los Dioses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora