Hacerle caso a tus hermanos no es tan malo...

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–¡Levántateeee! –Blake me arrebata mi cobija, maldito.

–¡Es sábado, déjame dormir! ¡Idiota inservible!

–¡Las olas están hermosas y no puedes quedarte en tu habitación todo el día! –reclama, como si ese fuera mi plan.

Hoy mi día está lleno de tareas. La primera es dormir hasta tarde, la segunda, ir al salón y dormir en el sofá. La tercera y la última, ordenar una pizza y dormir en mi adorada hamaca. Como ven, estoy ocupadísima.

–No seas mentirosa.

–Vale, si te vas de la habitación puede que piense en acompañarte.

–Vamos, que te conozco mejor que eso...

Blake abre todas las cortinas, dejando que una enorme cantidad de luz me deje ciega. Voy a matarlo.

–Te quiero fuera. –digo a la vez que hundo la cara en mis almohadas.

De pronto todo está en silencio y creo que se ha ido...

–¡SALTEEEE!

–¡QUE NO!

Blake se tira sobre mí deliberadamente y no se va a mover hasta que yo le asegure que me voy a levantar.

–Te odio. –lloriqueo contra la almohada.

–Lo sé, mira que mucho me afecta.

Él se levanta, yo le imito, aún con ganas de matarlo.

–Trae tu bañador y tu tabla, te espero en el auto.

Intenta besarme la cabeza, pero yo lo empujo furiosa. Blake simplemente se ríe a la vez que sale.

Empaco un bañador cualquiera en un bolso y chuches para comer de desayuno. No me molesto en peinarme o en cambiarme el pijama. Siempre que Blake me lleva a surfear vamos a una playa solitaria y hermosa escondida por alguna esquina de la isla, así que no me tengo que preocupar por estar presentable.

Me subo al auto a regañadientes, preparando mis audífonos para ignorar a Blake durante todo el camino.

–¿Te vas a ir así? –pregunta con una sonrisa dirvertida.

–¿Tienes algún problema? –él no responde, solo suelta una pequeña carcajada. –Eso pensé. Idiota.

El camino como es de suponer no es tan largo. Vivímos en una isla rodeada de agua, hay playa por todas partes. Algo que jamás voy a extrañar de Pensilvania, la falta de playas. Por Dios, ¿como es que alguien se puede pasar la vida en un pedazo de tierra tan aburrido? Sin el viento salado y los atardeceres en donde el sol se une con el mar...

Llegamos en menos de veinte minutos, pero para mi sorpresa, no estamos solos. Todo su grupo de amigos hippie se encuentra esperándonos frente a una lancha.

–Dijiste que solo ibamos a surfear...

–Si... en la isla privada de la familia de un amigo de mi amigo. Venga, anímate. No es como que estas personas puedan juzgarte.

Eso es cierto, pero yo soy muy capaz de juzgarme solita. Los cuerpos de todas las que están allí parecen como de modelo de los años dosmil y yo estoy en pijama...

Nos bajamos con nuestras tablas en mano. Todos nos saludan con entusiasmo, lo que hace que mis nervios se calmen un poco.

–¿De quién dijiste que es la isla? –susurro a la vez que nos subimos a el bote.

–Ya lo verás cuando lleguemos. Además, dudo que lo conozcas.

El trayecto en bote es corto, por eso no me atrevo a pedir permiso para ir al baño a cambiarme. Mis esperanzas están en que cuando lleguemos a la isla haya baños o algo así.

Otra historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora