El principio del fin

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Jamás había sentido una necesidad tan grande de escapar de mi vida. Después de cuanto me he esforzado en hacerla mejor, porqué me escaparía? Sin embargo, esta noche me toma por completo desprevenida. Como todo cambió de ser idílico y perfecto a deformarse en algo tan horrible que no sé si lo pueda resolver. Brad me lo advirtió. Angelo lo sabe todo. Angelo tiene contactos. Angelo es de la única persona que debí preocuparme.

Ahora corro. Son las tres de la mañana, tengo mis rodillas magulladas por caer mal al escapar de mi ventana. Mi vista completamente nublada y mis pies adoloridos por correr en tacones. Quién lo diría, no se me da tan mal, pero podría haber muerto sin descubrirlo si eso evitaba tener que afrontar la verdad. Oficialmente tengo una fecha límite. Nos han descubierto.

Me planto en su puerta y golpeo con desespero, lágrimas aún recorriendo mis mejillas. Tengo náuseas, mi cuerpo entero tiembla tras correr sin parar durante treinta minutos. Luca abre, yo me abalanzo sobre él, llena de culpa. Si no fuera por mí esto no hubiera pasado. Si hubiera tenido más cuidado, si desde un principio le hubiera puesto freno a la relación...

-¿Qué ocurre? -lo escucho preguntar, mas mi única respuesta es negar con la cabeza, incapaz de decir una sola palabra. Él no necesitó ninguna explicación para dejarme entrar. De hecho, me carga hasta su sofá como si de una niña pequeña se tratase.

Presiona mi cabeza contra su pecho y me mece de lado a lado. Jamás en la vida me he sentido tan humillada y tan segura al mimo tiempo. No puedo parar de llorar. De repetirme una y otra vez que es mi culpa. Todo es mi culpa. 

-Cecilia, por favor dime que ocurre. -susurra, limpia mis lágrimas con su dedo pulgar y levanta mi mirada. Logro hacer que paren los sollozos un momento, pero lo único que logra escapar de mi boca es el nombre al que más le temo en estos momentos.

-Angelo... él...

El rostro de Luca parece ser golpeado con la verdad sin tener que escuchar una palabra más. Su piel se torna pálida y sus ojos ya no saben a donde mirar. Me atrae hacia si mismo con más fuerza, como si en este momento, soltarme quedase rotundamente prohibido. Al mismo tiempo susurra cosas que no puedo entender, pues el sonido de mis pensamientos es más alto que la voz de Luca. El sonido de las lágrimas más fuerte que todo. Siento que me ahogo. Mi corazón quiere salir de mi pecho. El aire se rehúsa a llegar a mis pulmones...

Lo siento a él. Siento sus hombros tensos, su piel extralamente fría, su corazón palpitando más rápido de lo normal. Me concentro en eso. En el sonido rítmico y casi perfecto de su corazón que de alguna forma logra calmar el mío. Siento que lo estoy perdiendo. Siento que se aleja, que tres meseses muy poco tiempo para decirle adiós. Que podrían pasar un millón de años y jamás despedime de Luca sería una opción. No puedo. No puedo. No puedo...

***

El sol comienza a entrar por las ventanas. Mis ojos están hinchados y todo mi cuerpo adolorido. Luca está conmigo, tan profundamente dormido que ni siquiera me atrevo a moverme. Sus brazos me rodean con firmeza, como si hasta en sueños tuviese miedo de soltarme. Todo se siente irreal. Igual que un mal sueño, pero no lo es. Angelo sabe. Mis padres ya podrían saberlo. Los de Luca igual. No sabemos cuantas personas tienen esas fotos. Cuantas otras nos vieron y comenzaron a regar la noticia. Un Bennett y una Edwards besándose en despedida de año.

-Deberías de dormir un poco más -su voz me saca de mis pensamientos.

-No creo que pueda sabiendo que en tres meses todo esto se acaba.

-¿Qué? -por un segundo, olvido que anoche fui incapaz de explicar algo de forma racional. Solo sabe que fuimos descubiertos, pero no tiene ni idea de que ahora cada día que estemos juntos va a ser como una despedida eterna.

Otra historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora