Capítulo 3

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Solo imagina lo precioso 

que puede ser arriesgarse 

y que todo salga bien. 

—Mario Benedetti.



Ivette Stern.

Sentía la respiración entrecortada y las gotas de sudor cayendo por mi frente. El dolor en mis músculos aumentaba, y el corazón me latía con fuerza, casi a punto de estallar. El pasillo del bloque estaba completamente vacío; las clases habían iniciado hace media hora. Ya iba tarde. La puerta espesa estaba cerrada, y antes de tocarla, intenté regular mi respiración apoyándome contra la pared. —Maldición, si no hubiera pasado eso —pensé.

Después de que el chico de ojos azules se fue dejándome sola con Jacky, me quedé llorando a moco tendido. Perdí la noción del tiempo y se me hizo tarde. Golpeé la puerta con mis nudillos. Segundos después, la profesora Bennett la abrió.

Me miró con una expresión de disgusto. Sus cejas finas se arquearon, y sus labios formaron una línea recta casi perfecta. —Llegas tarde —dijo, con su voz tan fría como su mirada. Hoy no llevaba el cabello suelto; ahora lo tenía amarrado en una cola alta. Esta mujer es un mar desconocido; no sé muy bien cuál es su verdadera personalidad. Tiene diferentes facetas.

—Yo —intenté explicar, pero me interrumpió.

—No quiero excusas, que no se repita. No tenemos todo el tiempo —dijo, haciéndose a un lado para dejarme pasar.

Rápidamente me encaminé a mi asiento, dejando mis cosas en el suelo. El calor aún no se me pasaba por correr. Cuando me di cuenta de que era tarde, decidí esperar el bus, pero nunca llegó. Corrí desde el parque hasta la institución. Afuera, empezaban a caer pequeñas gotas de lluvia, mientras yo me sofocaba por el calor.

Me deshice del cierre de mi saco negro, dejándolo en el espaldar de la silla, quedándome solo con mi camisa de manga larga blanca y mi chaleco gris con rombos de una tonalidad más clara.

El salón estaba tranquilo. Todos ya estaban avanzando con sus bocetos, dándoles los últimos detalles. Yo, al contrario, no había empezado el mío. El proyecto se entrega en dos meses y medio, cuando termina el primer ciclo. Tengo mucho tiempo, pero en comparación con los demás, no tengo avances.

—¿Cuándo vamos a iniciar nosotros? —escuché la voz característica del pelinegro. Ignorarlo me sale tan natural que no noté su presencia.

—No me hables — espeté mientras apretaba los puños, sintiendo cómo la rabia subía por mis venas cada vez que lo miraba. Sabía que esa sensación no desaparecería pronto. Cada vez que lo recuerdo, siento cómo varias emociones desagradables fluyen por mis venas, eso me estaba consumiendo dándome ganas de golpearle la cara.

Me molesta que me haya seguido, interrumpiendo mi tranquilidad. Encontró a Jacky, y sé que no tengo poder sobre la naturaleza; no soy dueña de eso. Pero Jacky es especial y solo la compartía con mi padre. El hecho de que él haya estado ahí me molesta.

Soy egoísta cuando se trata de algo que amo, aunque no me pertenezca.

—Por lo menos déjame disculparme —pronunció, llamando mi atención. Él tenía la mirada perdida al frente, sus dos brazos estaban sobre la mesa y sus manos acunaban su rostro, haciendo soporte de este. Estaba jugando con un lápiz sobre su labio superior, como un mostacho. Hasta que perdió el equilibrio y golpeó sus lentes.

Ja, increíble.

—No es necesario —contesté fríamente—. No me interesa lo que tengas que decir.

NOS VOLVEREMOS A VER [Porque Siempre Hay Un Regreso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora