CAPÍTULO 10

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CAPÍTULO 10

ALEXANDER






—Buenos días dormilón...—susurró la mujer de mi lado, besando mis labios y empezando a acariciar mi torso desnudo.

Me quejé aún con los ojos cerrados. No podía comprender que después de todo lo que hicimos la noche anterior siguiera con ganas de continuar con el juego. Estiré mis músculos en busca de despertarme al fin y abrí los ojos. Ahí estaban sus ojos marrones mirándome como si yo fuera el hombre de sus sueños.

Dejé de mirarla y me incorporé yendo directamente al baño, consiguiendo quejas por su parte. No me apetecía volver a tirarme en la cama cuando tenía todo un día por delante.

Anoche Giorgia llegó de sorpresa a mi piso para tener nuestra típica sesión de sexo. No era raro que se quedase a dormir, pero no me agradaba del todo. Me gustaba dormir solo, estar tranquilo en mi habitación, despertarme cuando me diera la gana, no sentir las manos de nadie al despertar. Y menos me gustaba notar su olor en las sábanas, o en mi cuerpo.

—¿Todo bien, Alexander?

La vi ya vestida en el marco de la puerta del baño, mientras yo me pasaba la esponja llena de jabón por todo el cuerpo, casi con rabia.

—¿Por qué habría algo mal, Giorgia?

Se encogió de hombros, acercándose, y yo terminé de enjuagarme para salir y enrollar la toalla alrededor de mis caderas. Sabía que quería un trato superior al que tenía, lo llevaba notando unos días. Algo en su mirada había cambiado y yo lo único que quería era una amiga, si había que dejar de follar para tenerla, lo haría.

—Llevas raro conmigo unos días—se cruzó de hombros, frunciendo levemente sus cejas ante la preocupación que sus palabras le producían.

Negué con la cabeza, aparentando la normalidad que sentía. No quería nada más de ella que lo que me estaba dando. Y ese era el único problema que tenían las mujeres, no podían follar sin terminar sintiendo algo. No podían simplemente apagar los sentimientos y disfrutar.

—Todo es como siempre, como debe ser. —dije, mirándola a los ojos para que entendiese lo que quería decir y asintió.

Me había entendido, por eso vi el dolor en sus ojos, que se cristalizaron de forma leve. Me dolía verla así, porque era una persona importante para mí, pero yo jamás iba a poder darle lo que quería. Porque no era lo que yo quería para mí.

—Está bien, me voy. —se acercó y dejó un beso en mi mejilla, para después salir del baño.

Escuché sus pasos suaves alejarse poco a poco. Me dio la sensación de que estaba tardando más en llegar a la puerta porque esperaba que yo corriese hacia ella y le dijera que me había equivocado, que era lo que quería, pero no lo hice. No era lo que quería como pareja, como compañera de vida. Era muy buena amiga y compañera de cama, pero nada más. Merecía alguien mejor que yo.

Después de unos minutos más el sonido de la puerta retumbó por todo el lugar. Estaba enfadada, tal vez incluso decepcionada. La podía entender. Llevábamos bastante así y puede que esperase que con el pasar del tiempo yo la empezase a ver de otra forma.

No le di mucha más importancia, a pesar de tener ese nudo en el pecho por haberle hecho daño a alguien importante para mí. Empecé a arreglarme porque hoy había quedado con Frank para comer en su casa.

Suponía que la arpía no estaría por ahí ya que según me había contado su hermano, había discutido con ellos hacía unos días y no habían conseguido volver a hablar con ella.

T A G A L O GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora