CAPÍTULO 9

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CAPÍTULO 9

VICTORIA










Estaba sentada en el tocador arreglándome para esa salida nocturna que le había prometido a Lottie hace ya unos días. La verdad es que no sabía si quería salir a una de esas discotecas en las que la gente se te pegaba al cuerpo, donde el olor a sudor reinaba en el ambiente y los borrachos se agolpaban en la barra pidiendo más.

Pero se lo había prometido y ya no podía decirle que no. Y tal vez me iba a venir bien para despejarme y olvidar todo el asunto de mis padres, de sus regaños, y la empresa. La empresa. Era lo que más me pesaba en el cuerpo. Odiaba ir allí. Odiaba la gente que había y cómo me miraban deseando que desapareciese y que mi padre o Alexander ocupasen mi lugar.

Me sentía agobiada porque muchos clientes estaban tocapelotas detrás de mí pidiendo sus planos, deseosos de que su idea tuviera forma pronto. Lo peor de todo es que sabía que con mi padre no eran así. Confiaban en él tan plenamente que le dejaban libertad respecto a los plazos. A mí, sin embargo, me atosigaban todo el tiempo, pedían y pedían las cosas como si sólo fueran ellos mis clientes.

—Esa cara no me gusta nada.—escuché a Lottie decir, consiguiendo que saliera de mis pensamientos.

Negué levemente, suspirando, viendo cómo se acostaba en mi cama como si esta fuera su casa. Iba envuelta en un vestido plateado que dejaba su espalda al descubierto y con un escote suelto que le quedaba de maravilla con su tono de piel. Se había recogido el pelo en un moño que dejaba ver sus facciones indias la mar de bien.

—Estoy un poco agobiada...—se levantó antes de dejarme continuar y puso un vaso de chupito frente a mí, consiguiendo que mis comisuras se elevaran.—No quiero beber demasiado, tengo a los periodistas pegados a mi culo, Charlotte.

Intenté que lo entendiera, pero en su vocabulario una respuesta negativa no entraba. Llenó mi pequeño vaso de vodka y me lo acercó para que me lo bebiera de un solo trago.

—Te vendrá bien, Vic. —volvió a acercar el vaso, mirándome de esa forma en la que no podía negarme a nada y bebí de él, con el alcohol quemando mi garganta. —¡Eso es! —me animó, apretando mis hombros. —¿Lista para deshacerte de toda esa mierda? ¡Vamos a ser las reinas de la noche! —gritó alzando sus brazos, para después rellenar los vasitos.

Terminé de arreglarme entre carcajadas y más chupitos, consiguiendo que cuando me incorporase de mi asiento sintiera un leve mareo que sacó más risas de nuestra parte. Me puse unos tacones negros, a juego con el vestido sin mangas de látex. Me veía bien, el final del vestido estaba por encima de la mitad del muslo, así que era bastante sugerente y sensual.

Agarré un abrigo largo del mismo color y un bolso para llevar algunas cosas, entre ellas un paquete de tabaco que tenía guardado para estas ocasiones.

Bajamos por el ascensor riéndonos sin ninguna razón en específico cuando el taxi llegó. Si íbamos a beber ninguna de las dos podía conducir, así que lo más seguro era esto.

La discoteca a la que me llevaba Charlotte había comenzado a ser muy conocida hacía poco. Muchas personas se agolpaban en la entrada a la espera de que otros salieran para poder tomar el relevo ellos, pero estaba claro que iban a pasarse la mitad de la noche en esa cola interminable.

Nos acercamos al segurata y empecé a notar algunos flashes en nuestra dirección. Si bien mis padres no eran ninguna celebridad, sí eran conocidos por su relación. Mi madre además usaba las redes sociales a modo de concienciación sobre la salud mental desde que ella había sufrido depresión en su juventud.

T A G A L O GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora