CAPÍTULO 16

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CAPÍTULO 16

VICTORIA

¿Qué era lo que había intentado hacer? Alexander no era ni de lejos una persona con la que yo quisiera tener una relación. Era un creído y siempre pensaba que llevaba la razón. Todo el tiempo llevándome la contraria y creyendo que sabía leerme cuando no me conocía en absoluto.

Me había sentido muy cómoda con él. Demasiado. Y eso era lo que me preocupaba y confundía a partes iguales. No podía evitar ir inmersa en mis pensamientos conforme caminaba hacia mi despacho, recriminándome una y otra maldita vez mi actitud en esa habitación. ¿Aparecía un hombre atractivo y mi cabeza reaccionaba a él como si de una droga se tratase?

Alexander no iba a conseguir nada de mí, porque yo no iba dejar que nada entre él y yo sucediese. Era una idiota si creía una sola palabra de las que salían por su boca. Claro que él quería mi puesto, claro que él quería ser el favorito de mi padre. ¿Por qué si no le haría tanto la pelota? ¿Por qué cuando yo iba a verlo en mi adolescencia él rápidamente le decía que debían volver al trabajo? Y puede que mi actitud fuera infantil, pero era mi padre, el hombre por el que había dejado atrás mi carrera como bailarina y por el que estaba trabajando en esa empresa que tanto odiaba.

Sabía que todas las peleas y discusiones que había tenido con él en cierta parte habían sido origen de ese hombre de pelo castaño.

Solté un suspiro cerrando los ojos y apoyándome en la puerta cuando llegué a mi despacho, sintiendo que había sido atacada por miles de miradas caminando hacia él. Intenté relajarme, porque tenía el corazón a mil y sentía un leve mareo que no me sentaba nada bien.

—¿Todo bien, cariño? —abrí los ojos inmediatamente.

Me recoloqué, apartándome de la puerta, viendo a mi padre sentado en su silla detrás del escritorio y asentí. Había olvidado por completo que él estaba aquí, había sido tan descuidada. Perfectamente al venir al despacho podría habernos visto a Alexander y a mí.

Asentí, sentándome frente a él y empezando a trabajar desde mi portátil en silencio. Sentía cómo me dirigía miradas furtivas, tal vez analizando mi extraño comportamiento. Y lo entendía, ni yo sabía qué estaba pasando conmigo. ¿Cómo él lo iba a saber?

Apartó por fin la vista del ordenador y se me quedó mirando hasta que bajé la pantalla de mi portátil para verlo. Sabía que era momento de una de esas charlas que sólo conseguían que me hirviera la sangre, porque siempre halagaba a otros y yo podía mejorar.

—Quería pedirte perdón. —empezó, y alcé mis cejas, sorprendida. —No me he comportado de forma justa contigo. Sé que estás sacrificando muchas cosas trabajando aquí y...

—He vuelto a hacer ballet. —lo interrumpí, antes de que siguiera.

Me sentía algo culpable de haberle ocultado algo así, porque sabía que lo que era importante para mí, lo era para él. Y no me extrañó ver cómo sus cejas se fruncían en confusión.

—Es en la academia que solicitó mamá. —expliqué, pasándome la mano por el pelo con cierto nerviosismo. —Kale encontró que había un turno por la noche, así que salgo de la empresa y voy allí.

Alzó una ceja, en desacuerdo. Tal vez por las horas en las que se daba esa clase.

—¿No crees que te estás sobre forzando? —esta vez fue mi turno de fruncir el ceño, porque no entendía que no se alegrase por mí. Agarró mi mano con cariño, escondiéndola entre las suyas. —Lo único que quiero es que estés bien. ¿Lo entiendes, verdad?

—Y estoy bien, papá. —contesté, apartando mi mano, porque había algo en su actitud que no me gustaba. —No entiendo por qué no te puedes alegrar.

T A G A L O GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora