Aunque Max estaba casi desnudo debajo de las mantas de lino, tenía mucho calor. Estaba cansado, pero era incapaz de dormir. El silencio profundo de la casa le resultaba enervante.
Pensó de nuevo en lo que había sentido antes por Sergio. Había racionalizado sus sentimientos y creía entenderlos. Sergio le atraía por que era un buen padre. Pero el comprender no hacía que desaparecieran.
Admiraba el modo en que le daba prioridad a su hija, posiblemente por que a su padre le había resultado tan difícil hacerlo y había dejado la crianza de Max en manos de su hermana mayor, Victoria. La pobre Victoria teía dieciséis años y era aun muy joven para responsabilizarse de un niño pequeño, pero había hecho lo posible. Max le seguía estando muy agradecido.
Apartó la sábana y miró la esfera luminosa del reloj de la mesilla, eran casi las tres de la mañana. Si iba a permanecer despierto, debería de pensar en el articulo que tenía que escribir y no en sus sentimientos.
George Russell se había marchado poco después de tomar el café, Max lo oyó hablar en la puerta, tratando de converncer una vez más a Sergio para que asistiera a la fiesta.
Sonrió al recordar la respuesta fría del escritor. Evidentemente, no era hombre al que se pudiera halagar o convencer facilmente. Eso le gustaba, le gustaba tambien su modo de hablar con Maksim... la luz protectora de sus ojos.
Saltó de la cama y abrió la ventana para dejar entrar el aire, fuera hacía más fresco, pero no mucho. Se apoyó en el alféizar. La luna estaba casi llena en el cielo aterciopelado. Oyó el sonido del Mediterráneo golpeando contra la orilla y el mumuro constante de las cigarras, le pareció un sonido exótico. Londres y su trabajo agotador en el periódico parecían estar en otro planeta.
Había momentos como aquel, en los que se preguntaba cómo sería dejar su empleo y volar a climas tropicales. Pero la verdad era, que como su hermana le decía a menudo con irritación, estaba casado con su profesión.
Victoria intentaba casarlo y no dejaba de presentarle a hombres solteros.Una vez había habido uno especial en la vida de Max. Lewis Hamilton era reportero gráfico y se conocieron en un trabajo en Singapur. Lewis se mostro encantador y él había creído que se había enamorado de él. Se comprometieron, lo cual fue un error, y el asunto termino muy mal.
Max ya no deseaba compromisos. No quería necesitar a alguien, no quería depender de alguien para ser feliz. Por lo que veía, a los hombres, la mayoría de las ocasiones fallarles a cualquiera.
(Obvio son onvres no les crean)
El sonido del llanto de la niña rompió el silencio de la casa, olvidó que solo llevaba un delgado boxer de algodón y se acercó al otro cuarto.
-¿Que ocurre cariño?
Maksim lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
-Ven conmigo.
Tendio los brazos hacía ella.
-NO se mucho de niños, pero se que no se les debe cargar siempre que lloran.La voz sonó a sus espaldas y el joven se quedo horrorizado. Sergio no tenía derecho de entrar allí siempre que le convenía ¡Estaba practicamente desnudo!
Permanecio un segundo inmóvil, sin saber que hacer o qué decir. miró la colcha de la cuna y la tomo con una mano, envolvio a la niña con ella, la levanto tapandose con ella al vovlerse.
-¿Cómo se atreve a entrar así en mi dormitorio?-Pregunto Max foribundo.
Sergio se apoyaba contra un sillon completamente vestido.
-Este no es su domitorio-Repuso-El suyo es el otro.
-Pero no tiene derecho a entrar aquí a estas horas-Apretó a la niña contra su cuerpo, confiando en que lo cubriera lo suficiente.-Y usted no tiene derecho de andar así por la casa.
-NO estoy por la casa: estpy en el cuarto de la niña-Corrigió Max- ¿Me esta acusando de mostrarme deliberadamente provocativo?
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Hija del amor. ❉
RomanceMax tenía que admitir que su interes por averiguar si era el padre de la niña no era sólo profesional.