Capítulo 26: Vuelvo a vivir en mi país...

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NARRADOR

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NARRADOR.


Belén cerró su maleta y se apoyó sobre su cadera, su panza estaba muy grande, ya tenía 36 semanas de embarazo. Se sentía pesada, malhumorada y sensible. Quería comerse un gran plato de sopa de pollo de campo, con mucho perejil picado como la que hacía su abuela Carmen, pero lo único que podía conseguir en California, era pozole, y ella quería específicamente, ese plato de caldo que hacían en el sur de Chile. Pedro entró al cuarto y al verla resoplando, mientras trataba de apaciguar el dolor de la ciática, repuso.

--Te llevaré la maleta, corazón.

--Gracias, ¿Podríamos pasar por un antojo antes de irnos al aeropuerto?

--Sí, por supuesto, ¿Qué quieres hoy?

--Quiero un café helado.

--No puedo decirles que no a mis princesas.-contestó halándola para besarla.

Salieron de la casa, Pedro la miró con sentimientos encontrados, era un 6 de diciembre, Belén se iba a Chile, quería estar con su familia ahora que cumpliría los nueve meses de embarazo. Él tenía varios compromisos y ella no quería estar sola si rompía aguas o tenía una emergencia. Le costó aceptar que una vez más ella tenía razón.

Los antojos de Belén aumentaron desde que comenzó el otoño, dejó de ser la mujer fogosa y apasionada y se volvió una chica que se envolvía en su manta y miraba Netflix. Sus antojos más comunes además de cáscaras de limón, fueron: pepinillos, michelada sin alcohol, jalapeño con sal, chocolates, Big Mac y papas fritas con cheddar fundido. Lo único que Pedro sentía era no poder cumplir sus antojos de comida chilena, una noche tuvo que consolarla como si fuera una niña chiquita porque quería comer helado de chirimoya. Belén se trepó a su regazo y lloró pegada a su pecho. Él sólo acarició su cabello y la acunó hasta que se calmó.

--¿Qué puedo hacer para que seas feliz, sweetie?-le preguntó cuando se tranquilizó.

--Quiero ir con mi familia, extraño el sur.

--Entonces, irás antes de navidad, no quiero que llores así y además, tu familia no te ha visto panzona, te van a consentir, eso te hará muy bien.

Antes de irse al aeropuerto, pasaron por el respectivo café a Starbucks. Él debía irse a Nueva York a grabar por una semana y luego viajaría a Chile, por tiempo indefinido. Los últimos meses fueron duros, de mucho trabajo y Belén lo siguió de costa a costa. Pero ahora, todo era distinto y ella ya estaba cansada, quería esperar la llegada de su hija en compañía de los suyos, en su tierra. Pedro la acompañó hasta la puerta de embarque, esquivando a los que querían fotos o saludarlos. Su evidente estado de embarazo generó curiosidad, pero los dos avanzaron seguros y cuidando llegar a tiempo. 

Esperaron juntos que la llamaran para embarcar. La besó con ternura, se perdieron en las pupilas del otro, casi llorando y  se arrodilló para besarle el vientre. Hundió su rostro en ella, aspirando el aroma suave que cargaba hace nueve meses. 

Mi Sono Innamorata (Pedro Pascal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora