Capítulo III

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—El día de la fiesta de compromiso llegó, el mismo día que se había vencido mi plazo para pagarle a Ricardo. Durante los días anteriores había tratado de robar la caja fuerte de mi familia sin mucho éxito. El despacho de mi padre pocas veces estaba solo y cuando lo estaba, yo estaba bajo el ojo de mi madre. La única vez que logré entrar al despacho de mi padre, fui interrumpida. Sobre el escritorio de mi padre, en la pared descansaba un enorme cuadro al óleo que mostraba la gloria, clase y belleza de mi familia, mis padres, Bárbara y yo. Anteriormente el cuadro solo representaba a mis padres y a su hermosa bebé, Bárbara. Recientemente había sido sustituido por uno con mi retrato también. Pero siempre había escondido lo mismo, la caja fuerte. El cuadro no necesitaba ser retirado de la pared, estaba colgado de tal manera que abría cuál portada de libro, dejando a disposición la caja fuerte. Para abrirla, intenté con el aniversario de mis padres, cumpleaños de Bárbara, cumpleaños de mi madre, de mi abuela y nada, no se abría la maldita caja fuerte. No tenía mucho tiempo para pensar en más opciones, no podía dilatar mucho o alguien podría entrar. Justo cuando me dí por vencida y acomodaba el cuadro abrieron la puerta.

—Julio ¿Qué haces aquí? —pregunte tratando de ocultar mi nerviosismo.

—Busco a tu padre.

—Oh, salió al pueblo, tenía unos pendientes o algo así.

—Ya veo ¿Y tú?

—¿Yo?

—¿Qué haces aquí?

—Yo...es mi Castillo ¿no?

—¡Vaya, que modesta Aimeé! —dijo recorriéndome con la vista de arriba a bajo—Ya que estamos en tu Castillo, y este es tu despacho y ese es tu escritorio—dijo apuntando al escritorio de mi padre—deberíamos hacer uso de este—dijo acercándose a mi.

—¿Qué? —pregunté confundida, no es que no comprendiera a lo que se refería, si no que me parecía incorrecto, incluso para nosotros. Llegó hasta donde yo estaba y recargando mi cuerpo en el escritorio comenzó a besarme.

—Julio—me aparté un poco—es el despacho de mi padre.

—Sí, ya aclaramos eso—respondió y volvió a besarme. Mientras Julio besaba mi cuello yo pensaba en el dinero y en lo difícil que sería robárselo a mi familia "¿Y si le pedía ayuda a Julio, se molestaría, se ofendería, le importaría?

—Julio, Julio tengo algo que contarte.

—Luego—dijo besando mis labios para callarlos.

—Es importante—especifique.

—Aimeé, no estropees el momento ¿Si? Te deseo—Inclino más mi cuerpo al escritorio de modo que estaba casi acostada sobre este, desde este ángulo podía ver con claro la pintura de mi familia. Y mientras Julio señía mi cuerpo al suyo para sentir cuán deseoso estaba, yo solo podía pensar en Bárbara y en su noche de bodas ¿sería feliz? ¿Se sentiría bien o se sentiría...sucia? Bárbara era muy dulce e inocente ¿Y si se asustaba? Bárbara merecía a alguien dulce, que cuidará de ella y Luis no parecía ese tipo de persona. Julio acariciaba mis piernas mientras la falda del vestido estaba cada vez más arriba, pero yo solo veía a Bárbara y a mis padres, viéndome.

—No Julio, espera—dije intentando alejarme.

—¿Qué, qué pasa?

—Aquí no—pedí acomodando mi vestido.

—¿Qué? ¿Qué te pasa Aimeé? Sabes el riesgo que corro al estar aquí contigo

—Sí, lo sé, por eso mismo...

Castillo Montés (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora