Capítulo XIV

18 7 1
                                    

—Cuando llegamos al Castillo, el baile había terminado. Las luces se habían apagado, regresando al Castillo a su habitual y cómoda oscuridad.

—¿Crees que Lily se haya percatado de nuestra ausencia? —pregunté.

—Sí—respondió Alessandro mientras atravesamos un jardín tomados de la manos.

—¿Qué le diremos si pregunta?

—No lo sé.

—Yo cerré mi alcoba con llave, puedo decir que me fuí a dormir temprano, Tu puedes decir que te perdiste por ahí, no será difícil de creer.

—Ven por aquí—me indicó Alessandro el camino para otra entrada del Castillo. Entramos a un salón que aún no estaba aseado. Había aún flores por doquier, algunas velas seguían encendidas, sin ser consumidas, cristalería regada, entre otros.

—Alessandro—lo llamé pues seguía avanzando para atravesar el salón y salir de este—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Dime.

—Hace rato, cuando...discutimos—Alessandro frunció el ceño avergonzado.

—Sí, sobre eso Aimeé...disculpame. No tenía derecho a portarme como un idiota.

—No, no era a lo que me refería—dije tratando de olvidar ese horrible momento y como había lastimado a mi corazón—Cuando dijiste que te irías, ¿lo dijiste en serio o fue el fervor del momento?

—Nunca me ha gustado el Castillo Aimeé. Y hacía mucho tiempo que no pasaba tanto tiempo encerrado aquí. Supongo que solo buscaba una excusa para irme, tal vez por eso ni siquiera te dí la oportunidad de explicarte, Por eso me porte como un idiota.

—Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos. Alessandro deseaba irse, dejarme.

—No llores, te lo suplico, no deseo herirte, lo juro. No más.

—Está bien, te entiendo—dije limpiando una lágrima que se había escapado y caía por mi mejilla.

—Te juro que si pudiera tomaría todo el dolor que te ha atormentado y dejaría que me consumiera con tal de no verte llorar más, para no verte sufrir más—dijo acercándose a mí, sujetándome fuerte por la cintura.

—No podrías aunque quisieras. Además no te dejaría—Lo último que deseaba era que Alessandro sufriera, y cargar con mi dolor, era un peso incalculable—Así que si deseas marcharte, no te retengo.

—Te deseo más a ti. Deseo quedarme a tu lado y déjame intentarlo, compensar tu dolor. Dejame amarte día y noche, cada segundo hasta que tu pena sea solo un recuerdo.

—Alessandro...—me interrumpió.

—Sé que no me está permitido hacerlo y sé que no lo merezco, que no te merezco, pero puedo tratar de hacer mejores tus días—Era la segunda vez que Alessandro me prometía sacarme de mi oscuridad. La idea era terriblemente tentadora y lo que me asustaba más esperanzadora. Y está vez quise creerle, quise creer que era posible. Cómo no dije nada Alessandro prosiguió—no creo que existan cosas realmente importantes en esta vida sin sentido, pero necesito que sepas que eres lo más real y certero que he vivido.

—Me quedé sin habla, flotando en una dimensión desconocida, perfecta, en la que hubiera podido vivir la eternidad.

—Y ahora es tu decisión qué hacer con eso, con esto. No volveré a huir, a menos que lo desees—prometió pegando su frente a la mía.

Castillo Montés (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora