Capítulo IX

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—¿Qué pasó después?

—Tuve que seguir lidiando con el resto de familiares y amigos que seguían hospedados en el Castillo. Entre ellos estaba mi tía Sofía, aunque ella era la única que no representaba una molestia, no en comparación con Luis y su familia de la cuál aún no podía deshacerme. Mi tía Sofía era un vieja muy elegante y muy sola, después de enviudar, siempre vistió de negro y usaba un bastón de mango dorado. Su mayor pena fue que nunca pudo ser madre. Fue criticada y señalada por eso durante años, por todo mundo, incluso por su marido quien sí tuvo hijos bastardos que nunca reconoció, o al menos eso decían las malas lenguas. A mí me caía muy bien, nunca forzaba una plática, podía pasar la hora del té en perfecto silencio sin que fuera incómodo, a veces creía que algo nos unía, la tristeza tal vez.

—Acompañame mi querida Aimeé—pidió mientras me conducía lejos del gentío. Luego me senté a lado de ella, y colocó su huesuda mano, con aquel gran anillo que adornaba su dedo anular en mi rodilla—No te preguntaré como estás, porque sería una estupidez. Sin embargo, no quiere decir que no me importe, por lo tanto te tengo una propuesta.

—¿Cuál?

—Una invitación para vivir conmigo en París.

—¿París? —repetí e inmediatamente recordé la visión de mi madre, advirtiendome salir del Castillo —No...no sé qué decir.

—Es una respuesta sencilla, sí o no.

—Es que...

—¿Qué te detiene Aimeé? Siempre me has dicho lo mucho que te gustaría vivir allá.

—Lo sé, siempre he querido eso, pero...

—¿Por qué no aceptaste? —me pregunta confundida Ximena.

—Porque...me dió miedo abandonar el Castillo, supongo que a veces lo que más anhelamos es a lo que más tememos, y eso es lo que nos impide tenerlo. Que cruel paradoja ¿no? Además no podía sacar de mi cabeza la alucinación que tuve de mi madre, la que me decía que saliera del Castillo, porque eso era algo que ella jamás me pediría y porque por primera vez sentí que debía hacer algo importante en el Castillo, no sabía qué cosa, ni porque lo sentía, una corazonada lo llaman.

—Lo comprendo, respeto tu luto—dijo mi tía—la propuesta está abierta para cuando tú quieras. Confío en que Lily sabrá cuidar de ti como siempre lo ha hecho.

—Gracias tía.

—Una cosa más, tengo un obsequio para ti.

—¿Para mí?

—Un símbolo de esperanza—dijo al entregarme un hermoso broche de ropa, era un lindo pajarito.

—Es precioso, gracias.

—Me alegra que te guste, hace años una persona muy especial me lo dió, y después me casé. Yo te lo doy a ti porque eres especial para mí y tal vez algún día se lo des a alguien especial para ti. Sé que has perdido mucho Aimeé, pero estoy segura que tienes mucho por ganar y que algún día sanaras y serás libre como las aves.

—¿Y si no? ¿Y si estoy maldita o condenada a la desdicha?

—Eres muy joven para que tú vida ya esté determinada cariño—le sonreí en agradecimiento—Debo irme, suerte y te estaré esperando para cuando gustes.

—¿Y qué pasó con Luis?

—¿Qué con él?

—Lo mencionaste

Castillo Montés (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora