Viento Errante

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El viaje desde Caelondia hasta la costa, más al sur, era un recorrido no muy complejo a través del valle. Laura, Lanette, Darius y Elyan emprendieron el camino a caballo, saliendo al amanecer cuando los primeros rayos de sol se filtraban a través de las viejas ventanas de la posada.

El sendero los llevó primero a través de un terreno ondulado, donde la hierba alta danzaba con la brisa matutina. A su derecha, se alzaban una cordillera cuyas cimas aún tocadas por la nieve, proyectaban una sombra majestuosa sobre el camino. A la izquierda, el bosque se extendía como un mar verde, lleno de vida. Los árboles, altos y orgullosos, formaban un dosel que a veces oscurecía el camino, creando un ambiente de serenidad. El canto de los pájaros resonaba entre los árboles, una melodía constante que acompañaba su viaje.

A medida que el día avanzaba, el camino los llevó junto a una serie de lagos cristalinos, cuyas aguas reflejaban el cielo azul y las siluetas de las montañas. La belleza del lugar era casi surrealista, con los lagos sirviendo como espejos perfectos del cielo y la tierra. Se detuvieron un momento para descansar, maravillados por la tranquilidad y pureza del entorno. Los caballos aprovecharon para beber de las aguas frescas, mientras los viajeros se deleitaban con la paz que ofrecía este oasis natural.

Continuando su trayecto, el terreno se volvió más arenoso y el aroma salado del mar comenzó a llenar el aire. Finalmente, tras un día de viaje, llegaron a la costa. La playa se extendía ante ellos con su arena blanca y fina, contrastando con el azul intenso del mar. Las olas rompían suavemente en la orilla, y una brisa marina soplaba, refrescante.

El grupo desmontó, parándose un momento para apreciar el vasto océano que tenían delante. Era un recordatorio de la inmensidad del mundo y de las infinitas posibilidades que yacían más allá del horizonte.

Mientras preparaban el campamento para pasar la noche antes de embarcarse en la siguiente etapa de su viaje la noche cayó sobre la costa con un cielo lleno de estrellas, reflejando la luz en la superficie del mar y creando un espectáculo de luz y sombra. El grupo se reunió alrededor de una pequeña fogata en la playa, escuchando el incesante sonido del mar y el crepitar de las llamas.

-Nuestra embarcación llegará al amanecer.- comunicó Darius.- Será mejor que descanséis.

El resto del grupo asintió y no tardaron mucho en acostarse. Al dormirse bajo el cielo estrellado, con el suave murmullo de las olas como canción de cuna, sabían que cada paso que daban los acercaba más a su destino y a los secretos que el reino de los elfos les deparaba.

El ruido de un tambor los despertó con las primeras luces del día y el olor salado del mar les dio la bienvenida recordándoles dónde se encontraban. Frente a ellos, balanceándose suavemente con las olas, les esperaba una embarcación que parecía sacada de las páginas de las antiguas leyendas marinas que Laura tanto adoraba. Llamado "El Viento Errante", el barco tenía una presencia imponente y elegante a la vez. Su casco, construido con madera de roble oscuro, estaba barnizado hasta alcanzar un brillo que reflejaba la luz del sol y las estrellas. En los costados del barco, intrincadas tallas representaban escenas de olas, criaturas marinas y naves navegando entre tormentas, como si narraran historias de aventuras pasadas.

Las velas del barco, de un blanco prístino, se erguían orgullosas y altas, capturando el viento con eficiencia y gracia. Cada vela estaba adornada con el símbolo del barco: un albatros en pleno vuelo, simbolizando la libertad y la resistencia que el mar otorga a aquellos que se atreven a desafiarlo.

En la cubierta, la madera estaba cuidadosamente pulida, mostrando las vetas naturales que hablaban de la edad y la historia del barco. A lo largo de la cubierta, aparejos y cuerdas estaban ordenados de manera meticulosa, mostrando la disciplina y el cuidado de la tripulación.

Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora