Epílogo

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Parecía tranquila, incluso gentil, pero Alicent sabía que no lo era. Todavía recordaba cómo esa cara se había convertido en una mueca maliciosa cuando Syrax mató a su hijo.

- ¡TU, ASESINA! - Ella gritó y se lanzó hacia adelante, sólo para darse cuenta de que su tobillo estaba encadenado a la pared. Rhaenyra le sonrió desde lejos, fuera de su alcance.
- Sí - admitió la Reina sin ningún arrepentimiento. Se inclinó y le ronroneó a Alicent - Maté a tus hijos. Todos ellos
- ¿Qué quieres decir? - Los ojos de Alicent se abrieron y comenzó a luchar por acercarse
- !¡¿Qué quieres decir?! - Sus otros hijos, Daeron desde su útero y Aemond en Driftmark.

Todos murieron antes de que pudieran alcanzar la madurez, dejándola sólo con el desesperado Aegon y la pobre Helaena.

- ¿Sabes cómo mi Syrax llego a ese tamaño? - Dijo Rhaenyra - Ella ha comenzado a cazar nuevamente desde Driftmark. La carne humana no es una de sus favoritas, pero la caza la excita. Aprendió que el mejor golpe es apuntar a la cabeza

Alicent tardó unos segundos en comprenderlo, y cuando lo hizo, gritó a todo pulmón.

- Lo que está recién salido del útero es mucho más fácil - continuó Rhaenyra, ignorando sus aullidos - Tanace, menta y ajenjo... no tiene por qué ser una taza de té. Tal vez solo agreguemos un poco de pasteles para profundizar el sabor, y nuestros pasteles más deliciosos siempre llevan miel, ¿No? Les pides que lo sean. Recuerdo que tenías apetito por los dulces cuando estabas embarazada. Y tu hija también. Me alegro de que ella no corra el mismo destino que tú
- ¡Tú, ASESINA! - Alicent lloró. Su dulce Helaena, perdió tantos bebés a lo largo de los años que temía tener uno solo para perderlo nuevamente. Había llorado a mares cuando encontró que otro llegaba a su útero. Para ella, aquello era más una maldición que una suerte - ¡Son tu sangre! ¡Tú, Maegor con tetas! ¡Arderás en el infierno!

Alicent se agarró el vientre, agitándose y arrastrando malas palabras y maldiciones entre sus lágrimas. Rhaenyra no sintió satisfacción ni odio por eso. Ella sólo sintió alivio. Era como una confesión, para deshacerse de la carga de horribles secretos que guardaba en sus entrañas. Y esto sería lo último que compartiría con la reina viuda.

- Adiós, Alicent - dijo Rhaenyra, aburrida de repente. Esta mujer ya no tenía nada que ver con ella.
- Mi señora - la mujer alta le hizo una reverencia mientras salía de la habitación. Pronto, pudo escuchar su sedosa voz resonando desde allí, con más maldiciones y gritos de Alicent.
- Deja de gritar, tanto. Los hombres no amarán a un pájaro que no pueda cantar... ¿Reina? ¿Qué reina? Vamos , Alicent, los hombres pueden amar a una reina, pero aman más a una puta. Que puedan tocar... - Y entonces todo se desvaneció en el silencio de la noche.

Rhaenyra siguió caminando, fuera del pasillo, fuera del sótano, fuera del burdel. Sus pasos se aligeraron en el suelo, dejando atrás su venganza y hacia su querido marido al final del camino.

Su moneda había caído y estaba en el lado equivocado, pero Rhaenyra no le prestó atención. De ahora en adelante, ella era Rhaenyra I Targaryen, la Primera de Su Nombre, la primera Reina Dragón de los Siete Reinos.

Y ella va a gobernar con autoridad y responsabilidad.

Va a hacer la Reina que su padre el Rey Viserys I Targaryen no fue, no se dejará llevar por el consejo, ella misma decidirá qué es lo que él conviene al Reino.

El consejo estará por supuesto, y aceptará o escuchará las propuestas que tengan, si son favorables.

Ella no será como su padre que se deja controlar por su Lord Mano, ella es la Reina, la Monarca, lo que ella diga, es ley.

Y así quiere que también sean sus hijos, Jacaerys I Targaryen se formará como un Rey digno de admirar, como el conquistador, Aegon I Targaryen.

El Lado Equivocado De La Moneda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora