83

107 17 0
                                    

... Era realmente Rubette.

Era más alta que la última vez que la había visto, su rostro había perdido la grasa de bebé y...

Tan pronto como su mirada se movió más hacia abajo, Lark inmediatamente se dio la vuelta y buscó a tientas en el aire vacío, riendo jajaja.

—¿Qué pasa con el traje que está entre usar algo y nada, princesa?

—Ah...

Lark rápidamente se quitó el abrigo y se lo puso sobre el hombro de Rubette.

—No me digas que has estado haciendo ejercicio con este conjunto.

—Me puse este conjunto cuando el clima se volvió más cálido. Es cómodo.

—¿Qué?

—De todos modos, nadie está en el curso de ejercicios.

Rubette se encogió de hombros con indiferencia y Lark negó con la cabeza.

—Pero aún...

—¡Ha pasado mucho tiempo!

—...

Fue recibido con una sonrisa de bienvenida.

Lark, que miraba a Rubette en silencio, sonrió.

—Lo sé. Mucho tiempo sin verlo.

—¿No eres demasiado? Al menos puedes escribirme una carta diciendo que estás ocupado...

—Lo lamento.

—¿Terminaste con tu ajetreado trabajo?

—No, estaré más ocupado en mayo. Sólo duermo tres horas estos días.

Como quejándose, Lark hizo un puchero juguetonamente. Rubette, que lo conducía, se sobresaltó.

—¿Ah, de verdad? Entonces, ¿para qué estás aquí?

—Siento que estoy a punto de olvidar tu cara, así que dejé de dormir y vine aquí.

—Oh, querido... Entonces, mientras estés aquí, ¿te gustaría dormir en mi habitación?

Caminando uno al lado del otro, Lark se detuvo y movió sólo los ojos para mirar a Rubette.

—¿...?

Fue recibido con una mirada de pura inocencia.

Lark se rió y sacudió la cabeza.

—... Eso está bien. ¿Por qué avergonzaría a alguien sin malicia...?

—¿Sí?

—Por cierto, no sé dónde buscar porque has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos.

—Jeje, crecí mucho, ¿verdad?

Rubette se detuvo y lo miró, llevándose una mano a la frente y sonriendo. Lark sonrió.

—Sí.

—También perdí mucho peso. No más muertes a los 45 años por complicaciones del sobrepeso.

—Me preocupaba que te excedieras por eso...

Lark, que se rascaba la frente, extendió la palma de la mano.

—Dame tu mano.

—¿Mmm?

Rubette levantó la mano y Lark rodeó con sus dedos la muñeca de Rubette. Podría cubrirle la muñeca con el dedo medio y el pulgar. Lark levantó los ojos con desaprobación.

—Solo quedan huesos.

—Es porque tus manos son grandes.

—No, eres demasiado flaca.

RubetriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora