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El pequeño cachorro ladeó la cabeza a la misma vez que yo hacía lo mismo al lado contrario, sentí la suave brisa golpear mi cara y el cachorro agitó la cola cuando me senté frente a el, estiró las piernas hacia mi mientras se acercaba lentamente.

Me había pasado toda la tarde leyendo en el parque hasta que se hizo de noche, y al levantar la mirada, ahí, se encontraba sentado un bonito cachorro de pelaje blanco mirándome.
Los animales normalmente huían de mi, no es que fuera mala con ellos. Nunca había tenido el talento para que no me consideran una agresora, había tenido muchos peces en mi infancia y todos habían tenido un destinatario, el W.C.

Mire los ojos cafés de el cachorro estudiandome. Era como si analizara la situación antes de acercarse. Y yo, aquí: sólo podía esperar su veredicto.

Miré como se ponía de pie y aguanté la respiración. Este era el momento decisivo, aquí sabría si mi guerra con los animales había acabado. Literalmente era una guerra —me había cansado de correr cuando los perros me perseguían y cuidarme de los gatos que me rasguñaban.

El canino se acerco y giro al rededor de mi evaluandome para un segundo después restregar su nariz contra mis botas. «¡Lo había logrado!» , me arrodille y empecé a hacerle cosquillas en la barriga mientras el movía la cola con felicidad.

Sentí como alguien me observa y al levantar la cabeza ahí esta él.

Se me corto la respiración cuando sus ojos chocaron con los míos. Era como un abismo sin fondo. Regreso la vista al cachorro y por un momento pensé que sonreiría antes de montarse en su motocicleta y salir a toda velocidad.

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«Lunes.»

Sólo se puede expresar con un sentimiento. Una. Jodida. Mierda.

Odiaba los lunes. En serio, los detestaba. Prefería cualquier día de la semana que no fuera lunes. Diablos, volver a la rutina: ver a los compañeros que odiaba, los estúpidos que hacían bromas en clases sin sentido, las chicas populares coquetear con todo lo que tuviera una cosa entre sus pantalones, lo odiaba. Quería salir de preparatoria ya, pero no todo estaba perdido, en toda esa mierda había algo que me hacia realmente feliz —era cuando llegaba la clase de literatura y podía compartir todas esas obras literarias que tanto tiempo me habían enamorado, «¡vivan los libros!».

Al menos hasta que llegaba la hora del almuerzo y me tocaba ver su entrada.

Suspire y tome la mochila. El desayuno estaba en la mesa lo que significaba que mamá se había ido al trabajo y yo me quedaba de nuevo sola, al menos hasta que terminara su turno en el hospital.

Me monte al auto y salí hacia el colegio.

Al llegar al aparcamiento un montón de estudiantes se reunían. Como si nunca en su vida se hubieran visto. Si solo fue un fin de semana por dios.

Giré los ojos y aparque saliendo del auto. Fue entonces entonces cuando lo escuche. Ese sonido, era «SU» sonido. Una hummer blanca pasaba con música a todo volumen y varios chicos gritando. «Blake».

Observe como se estacionaba y minutos después Blake bajo. Me miro y después se volteo como si hubiera visto la cosa mas horrenda del mundo. Un montón de chicas llegaron y se ubicaron al rededor de él caminando hacia la entrada: junto con todo el equipo de fútbol. ¿Cuándo había pasado de ser el chico que jugaba al ajedrez y vídeo juegos a el capitán del equipo de fútbol y el chico mas popular? ¿En qué momento había dejado de hacer ese chico que no le importaba lo que los demás decían de él? Era increíble como todo había cambiado.

Agache la cabeza y me encamine a la entrada del colegio.


¿Cuándo había cambiado todo? ¿Cómo había pasado de ser uno de mis mejores amigos a un completo desconocido? Y lo que siempre me preguntaba... ¿Por qué no había llegado ese día y después jamás me volvio a hablar?

Un capítulo másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora