9

4.4K 430 210
                                    

Dylan me mantiene la mirada. Haciéndome sentir vulnerable, nerviosa, hipnotizada. Mi cuerpo comienza a sentir esa sensación de calidad y reconocimiento.

Él parece estar en perfectas condiciones, mientras provoca dentro de mi toda una revolución. Sus ojos bajan hacía mi atuendo y sus pupilas se dilatan, se vuelven más obscuras. Más intensas. Un escalofrío pasa por mi espina dorsal provocando que tiemble ligeramente.

Había olvidado lo que era estar en el radar de Dylan. Es cautivador, asfixiante, y a la vez tan... adictivo. Por un momento olvido que estamos rodeados de personas como siempre que o tengo frente a mi. Vestía con unos pantalones oscuros, una camiseta gris y su gorra de siempre. Varios mechones de cabello carbón se escapaban de ella y caían estratégicamente en su frente, como si los hubiera colocado ahí con precisión. Sus cejas espesas y gruesas color negro se fruncieron, ladeó la cabeza un poco y su mandíbula se apretó —una mandíbula que tenía una pequeña cicatriz debajo del hoyuelo que se formaba cuando sonreía—. Inconscientemente imite su acción y en sus ojos se vio una emoción desconocida para mi, acaso era ¿ternura? ¿cariño? No estaba segura. Había cambiado tanto. Lo único que seguía igual eran esos pequeños lunares que adornaban su cuello y parte de su cara —recuerdo que muchas noches mientras admirábamos las estrellas había pasado mis dedos por su rostro formando constelaciones—, sus labios gruesos se fruncieron y formaron una fina línea, pasando del rosado al blanco. De un segundo a otra Mónica se interpone entre nosotros, rompiendo la conexión que nos tenía anclados. Él parpadea lentamente y la mira. Algo en mi pecho se mueve. Antes de que vea mi expresión me giro a Pame. Ella ya me esta mirando, me comienzo a sentir nerviosa «Que no haya visto nada... Por favor».

—Yo puedo ponerme con Dylan —dice Monica, mira a Dylan mientras se posiciona a un lado de él. Dylan le lanza una mirada irritada pero no responde nada.

Un sentimiento de irritación crece en mi «Respira». Pame sigue mirándome con sospecha, pero al escuchar las palabras de Mónica se recompone rápidamente y aparta la mirada de mi. Se acerca al grupo de Dylan. Los amigos de Dylan se quedan anonadados al verla. Ese es el efecto que provoca en todos.

—Eso no depende de ti Mónica —responde, con una sonrisa que se muy bien que no es sincera.

—¿Y quién lo dice? ¿Tú? —con desdén se gira hacía Dylan ignorando la respuesta de Pame—. ¿Qué te parece Dylan?—le pregunta, Dylan mira a sus amigos de reojo y después me lanza una mirada, pero rápidamente la aparta. Eleva sus hombros sin darle importancia y Mónica aplaude con entusiasmo.

Me siento frustrada. No me gusta como mi cuerpo reacciona cada vez que lo tengo delante. Me hace sentir vulnerable, débil, sensible.

—¿Tú no eres la chica de la cafetería? —me giro, al escuchar una voz ronca. Es el amigo de Dylan. El del cabello blanco. Alzó una ceja y asiento. Tiene una sonrisa que se extiende por todo su rostro—. Me llamo Javier —se presenta, con esa sonrisa infantil y risueña.

  —Adele —digo, y sonrío. Porque por una extraña razón su sonrisa es contagiosa.

  —Lo sé —termina de sonreír. Guau, este chico no se cansa de hacerlo. «Espera un momento...»

  —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunto, extrañada de que alguien me conozca.

  —Javier —la voz de Dylan nos hace girar antes de que Javier pueda contestar. Se a alejado de Mónica quién nos mira enojada. Esta ahí, frente a nosotros con las manos en los bolsillos y una expresión relajada y tensa—. Nos esperan —mueve su cabeza hacía la derecha, giro a ver como todas las chicas y los chicos están en el centro del campo y se ponen de acuerdo sobre el entrenamiento.

Un capítulo másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora