Nothing breaks like a heart.

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Podía oírlos.

Cada palabra que decían, cada llanto que no podían guardar, cada súplica susurrada, incluso cada respiración mientras dormían a su lado.

Pero no podía hacer nada, su cuerpo estaba demasiado agotado para poder hacer algo.

Quería limpiar las lágrimas en las hermosas mejillas de su Omega, quería decirle a su ahijado lo orgulloso que estaba de él, quería prometerle a sus hijos que se recuperaría y estaría para ellos.

Pero en el fondo sabía que no sería así.

Estaba demasiado herido para lograrlo.

Era un milagro que su corazón siguiera funcionando, que escuchará todo eso.

Sabía que era un regalo antes de su partida, no había otra explicación.

No todos podían escuchar atentamente todo lo que decían sus seres queridos antes de tener que partir de este mundo, pero él lo hizo.

Su hermoso Omega diciendo palabras que le partían el corazón.

"Quiero sentirme protegido otra vez, amado, tener un cuerpo cálido a mi lado por las noches, despertar cada mañana con besos en mi rostro mientras me dicen lo afortunado que es de tenerme, necesito al amor de mi vida de vuelta... te necesito... no me dejes, por favor, no dejes de luchar"

Le dolía pensar que lo dejaría solo, que un día muy cercano o incluso este mismo día se iría y su Omega se quedaría con ese vacío inmenso.

Lamentaba profundamente herir a su pareja.

No había nada que quisiera más que salir de este maldito coma y llevarlo a la iglesia mas cercana a hacerlo oficialmente suyo.

Pero era muy tarde para reclamar eso, ni siquiera le había propuesto porque quería hacerlo hasta que su nombre fuera igual de grande que el de Michael Schumacher para ser digno de su Omega.

Vaya error.

Y ahora no quedaba nada más que hacer que escuchar el corazón cada vez más roto de su bello tapatío.

Desearía poder hacer algo para quitarle ese dolor.

Luego estaba su ahijado.

Trataba de hacerse el fuerte, pero conocía a su pequeño monegasco.

Se convertiría en uno de los mejores pilotos de la parrilla.

No dudaba que correría para Ferrari algún día, solo lamentaba no poder cumplir con su palabra.

Y el hecho de que cada visita que tenía el Omega se lo recordará no ayudaba a su ya sangrante corazón.

"Lo prometiste, prometiste estar para mí debut, prometiste ser mi mentor, mi pilar y darme batalla en las carreras, prometiste que no me ibas a dejar, que no me ibas a abandonar... tienes que estar para mí primer victoria, mi primer campeonato y decirme lo orgulloso que estas de mi, por eso tienes que seguir luchando"

Era un hecho que jamás podría hacerlo, y le dolía en el alma romper su promesa con su pequeño monegasco.

Pensar que estaría solo en el podio pensando que lo había dejado solo.

Podía imaginar la mirada de tristeza que tendría, la nostalgia y el dolor en su rostro.

Le quitaría uno de sus momentos más felices por ser el recuerdo de lo que debió ser.

No podía evitar sentirse como si fuera a opacar cada logro en la vida de su ahijado solo por su ausencia en ella, no lo merecía, todos esos momentos deberían ser felices y llenos de júbilo.

En cambio se los llevaría en cuanto se fuera de este mundo.

Desearía poder estar para cada victoria y decirle lo orgulloso que estaba de él.

Así como de sus hijos, su pequeña princesa y su bebé.

Podía escuchar como cada día que pasaba se volvía una tortura para su niña.

Su hermosa hija tratando de no sollozar para que su hermano bebé no lo hiciera, el bebé lloraba porque su hermana lo hacía, no entendía lo que pasaba, solo tenía unos meses de nacido despues de todo.

No conocía a su padre, no sabía cuál era su olor, su bebé solo tuvo a su madre y a su hermana mayor.

No había estado para él, ni su Omega en el parto o lo que faltó del embarazo, y lo mataba, le dolía pensar que perdió la vista de lo más hermoso en el mundo, y que el nacimiento de su hijo fuera opacado por su recaída.

Sin embargo escuchar los lamentos de su hija, las súplicas eran una tortura.

"Por favor papi, despierta, prometo ser la mejor hija, y no hablar mucho, no lloraré de nuevo, incluso prometo no molestarte otra vez en el trabajo, ni llenar tus hojas de chocolate, no me dejes... mami no deja de llorar en las noches, mi hermanito no te conoce, quiero que estes aqui, odio que no estes aquí, tengo miedo, y duele mucho"

Su pequeña estaba formando un vínculo con él, dado que nunca se había vínculo con su madre no pudo formarlo en el vientre, y por sus constantes viajes por las carreras nunca se solidificó del todo.

Su pequeña cumplía tres años este día, y nunca pudo formar el lazo padre e hija.

Había sido tan idiota, pensando que tenía todo el tiempo por delante.

Ahora su hija sufría, y su hijo tendría una ausencia en su vida enorme.

Desearía poder ayudar a aliviar ese dolor, y que sus dos hijos tuvieran un enlace con su padre Alfa.

Pero los deseos rara vez se cumplían.

Su pequeña hija estaba en la habitación, con su hermano bebé y su dulce Omega, la voz de su pareja cantaba cumpleaños feliz para su princesa cuando lo sintió.

No podía hacerle esto a su hija, no a su princesa.

No podía partir de este mundo cuando era su cumpleaños.

No cuando ya la había hecho sufrir demasiado.

Quería seguir luchando.

Deseo con todos sus fuerzas hacer algo para poder hacer que el dolor se fuera, ayudar a sus seres queridos a sanar por todo lo que él había provocado.

Pero solo puede sentir como una oscuridad lo absorbe poco a poco, deja de escuchar las voces que más amaba, solo puede escuchar su corazón latiendo dentro de su pecho, cada vez más lento.

Hasta que queda en silencio y deja de latir.

Jules Bianchi había muerto, y había dejado a todos los que amaba.

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Nos leemos hasta la próxima.

Before I GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora