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𖦹choque de dos mundos𖦹

¿Saben que los océanos cubren el setenta porciento de la tierra, pero sólo conocemos, más o menos, un cinco porciento? Algo similar pasa con las personas neurodivergentes. Aproximadamente, somos un veinte porciento de la población, pero nadie parece conocernos. Mucho menos entendernos.

Cuando conozco gente nueva, por lo general sólo asusto a las personas, los extraño e incomodo inconscientemente hasta que los hago irse. No se detienen a pensar que, tal vez, a mí me cuesta más relacionarme con ellos. No se les pasa por la cabeza que estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por encajar.

Sin embargo, hay personas que no son así. Hay gente amable, empática y solidaria en este mundo, aunque sean una lamentable minoría.

Aquella mañana, una víspera de navidad, me costó levantarme más que de costumbre. El frío no me permitía levantarme, pero el saber que el acuario estaba cerrado ese día era reconfortante. No tenía que hacer nada ese día, y eso era una buena noticia.

Estaba cómodo en mi cama, tan cómodo que a penas sí sentí cómo alguien me sacudía suavemente, tocando mi hombro de manera insistente.

—Giyuu, Giyuu, Giyuu.

Bufé, frunciendo el ceño y apretando los ojos. Me volteé en contra de aquella voz amable pero incesante, intentando seguir durmiendo.

—Kyojuro. Déjame dormir — me acurruqué con mi manta un poco más.

Se escuchó un suspiro, seguido de una pequeña risa. Su mano, cálida como el sol, despeinó mi cabello suavemente.

— Vamos, despierta. Ya son las doce — su voz era tan amable, que no pude evitar sentir mi corazón ablandarse un poco —. Se supone que mis amigos van a venir hoy, Tsutako me dio permiso, pero quería saber si tú estabas de acuerdo. Sé que las visitas inesperadas no te agradaran mucho.

Volteé a verlo algo somnoliento, aunque curioso, pero sobre todo agradecido. No tenía por qué haberme preguntado mi opinión al respecto.

— Si quieres — continuó —, puedes juntarte con nosotros. Son algo... extravagantes, pero son divertidos.

—¿No fuman nada raro? — pregunté, mi voz aún algo adormilada —. He oído que los estudiantes de arte fuman cosas raras.

Kyojuro dejó escapar una risa ahogada. — No, no, al menos no lo harán en tu casa — me aseguró.

—Oh — asentí, sentándome en la cama con cuidado y frotando mis ojos —. ¿Y qué van a hacer entonces?

El chico sonrió sentándose en la cama junto a mí.

—¡Hablar! Nos gusta mucho conversar. Si te sientes agobiado en algún momento, puedes tomarte un descanso, te aseguro que no les molestará.

Todo lo que Kyojuro decía me parecía increíblemente tierno y considerado. No me cabía la menor duda de que estaba enamorado de él. Volteé hacia otro lado, sonrojado, tratando de esconder el sentimiento que tan obviamente se reflejaba en mi rostro. Siempre fui malo demostrando expresiones, por lo que tampoco tenía mucho de qué preocuparme.

—Ey ¿Estás bien? Te veo algo rojo ¿No te habrás resfriado con éste frío? — el chico, sin avisar, extendió su palma abierta hasta mi frente, sobresaltándome. Nunca me gustó que me tocaran la cara.

—¡No toques! — aparté su mano de un manotazo, solamente consiguiendo una mirada perpleja de su parte, y aumentando mi rubor —. ¡Perdón!

La dulce risa de Rengoku, tan fuerte pero tan melodiosa, consiguió sacarme una pequeña sonrisa.

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⏰ Última actualización: Nov 03 ⏰

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Donde cantan las ballenas || Kimetsu no Yaiba Fanfic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora