—Acabo de llegar esta tarde y vi a los soldados ingleses en la ciudad— explicó el teniente—. Ante esto, el padre Diaz me encontró, algo perdido, y me trajo aquí.
—¿Y dónde había estado un teniente, si no en la batalla? — preguntó con dejes de indignación el boticario.
—Estaba en una misión secreta, enviado por el mismísimo virrey Sobremonte.
—Ah, el cagón— recordó Remedios—. Si, ahora lo cambiamos por el inútil, Quintana, aunque nuestro gobernador es Beresford.
—Si, me enteré de eso— reconoció el militar—. A nosotros nos enviaron a interceptar a los ingleses, cuando nos diezmaron, envié un mensajero para que le avise al virrey que necesitábamos apoyo, se ve que el mensaje nunca llegó.
—Temo por la peor opción, teniente— dijo el boticario preparando el mate y pasándoselo—. Quizá, el mensajero llegó, pero los funcionarios decidieron no actuar.
—¿Dice acaso que nuestros hermanos españoles, vendieron la ciudad a los piratas?— Liniers estaba más sorprendido que ofendido.
—Fuerzas oscuras asolan nuestra ciudad— reconoció el cura—. Pero lo importante es que estamos todos acá, y, por lo que me contaron mis buenos amigos, el señor y la señorita de la Vega, es imprescindible el hecho de que hay que sacar a estos soldados ingleses de nuestras tierras.
—En eso podemos estar de acuerdo— confirmó Liniers—. Debemos organizar a la población, los superamos en número, no hay razón alguna para que ellos ganen.
—Cuentan con entrenamiento y armas— reconoció Remedios.
—Pero los criollos y libres de esta ciudad, defienden su hogar, señorita— contestó Liniers con convicción—. Aunque seamos cuatro, ya somos cuatro más que ellos los que peleamos por algo, y no por una orden.
—Cinco— la voz de Rafael entró en la habitación—. Al menos seremos cinco.
—Antes de que sigamos, creo que sería bueno hacer presentaciones— aclaró el cura al ver como el joven Sombra pedía que le pasaran el mate.
Remedios se sorprendió ante, irónicamente, la falta de reacción del teniente Liniers a la revelación mágica de los presentes. Ella sabía que el hombre era normal, no tenía ningún rastro de magia en su cuerpo o al menos nada que ella pudiera sentir. Y a pesar de que el cura le acababa de decir que el muchacho delgado que fácilmente le sacaba dos cabezas de alto, era un monstruo devora hombres, él le mantenía la mirada.
—¿Y por qué un... sombra— pronunció con cuidado cuando el cura lo terminó de presentar a Rafael— querría ayudar a los hombres?
—Porque no me gusta la competencia, corderito— contestó Rafael con una chispa en los ojos—. Y los cerdos ingleses vienen con mucha de ella.
Liniers lo miró de arriba abajo y solo apoyó la mano en el mango de su sable recto. Una hoja de infantería, probablemente de marina por lo corta de esta. Luego, con esa simple advertencia sirvió agua en la infusión y se la pasó a Rafael.
—Admiro su valentía, joven López— le dijo el cura, el cual, Remedios podría jurar que estaba haciendo magia de expulsión sutil en ese mismo instante para evitar confrontamientos—. Pero debemos aumentar nuestro números, con cinco no vamos a hacer mucho.
—Me temo que si tomamos una visión realista del asunto— dijo Liniers—, el padre Díaz tiene razón. Usted y yo, joven sombra, seriamos los únicos en cualidad de luchar en la primera línea, quizá el señor de la Vega podría respaldar una segunda en el mejor de los casos, pero no llevare a un hombre mayor ni a una señorita al campo de batalla.
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Colmillos y Sombras de la Revolución 1. La llegada del inglés.
Historical FictionTodo el mundo sabe que Buenos Aires, como tantas otras metrópolis mundiales esta manejado por una élite de vampiros. Pero ¿Cómo llegamos a esto? Bueno, para saberlos veamos un poco de historia, cuando allá en un lejano 1806, naves británicas arribar...