—Joven de la Vega, por favor, permítame— con una velocidad sobrehumana, Cornelio se levantó, le retiró la silla y volvió a su lugar—. No sabe cuanto ansiaba esta reunión. Todo esto era algo para lo que me venía preparando.
—¿Se venía preparando para una invasión de ingleses demoniacos? — preguntó Rafael quien robando una silla de otra mesa se sentó con el respaldo hacia delante, cerca de la mesa, pero sin estar en uno de los lados de esta—. Carajo ustedes los blancos son previsores.
Saavedra lo estudió de arriba abajo, Remedios conocía esa expresión en el rostro del vástago: "sé quién sos, pero no entiendo que haces acá". Eso le sacó una pequeña sonrisa, pues cualquier cosa que descolocara al maestro de la hermandad, era bienvenida.
—No exactamente— contestó Cornelio lentamente, como si se lo explicara a alguien con una deficiencia mental—. Disculpe, joven, pero ¿Usted es?
—Soy...
—Es el representante de un tercer grupo en disputa— se adelantó Remedios—. Ellos ya negociaron con nosotros y están de acuerdo, pero vino para asegurarse de que no le dijera nada que a ellos les hayamos dicho.
—Bueno, por que no le invito una taza de café a usted y a su...— Saavedra lo vio de arriba abajo mientras alzaba la mano para llamar al mesero— acompañante.
—Es una gran idea, me vendría bien un cortado— aseguró ella mirando a Rafael para que dijera algo.
El sombra miro a ambos y al no poder leer rápidamente lo que decía en la carta negó con la cabeza—. Ya desayuné, gracias.
—Que así sea— aseguró Cornelio mientras hablaba con el mesero para pedir un café negro y un cortado.
Cuando el mesero se fue, el vástago dobló su diario y lo dejó en otra mesa—. ¿Vieron la última obra en la plaza del cabildo? Simplemente conmovedora, el muchacho que hizo de Odiseo... ¿Sabía que uno de los marinos era de mis muchachos? Estamos tan orgullosos de él. Digame, joven sombra, ¿su gente es aficionada al teatro?
Rafael lo miraba confundido, pero con el ceño fruncido—. Asumo que no.
—Esta reunión no es con objeto social, Cornelio— le recordó Remedios.
—Solo soy un viejo soldado— contestó—. Podrías darme el gusto, para variar ¿No? Después de todo, si tu tío no vino es porque necesitan algo de mí.
Remedios apretó el puño contra el vestido—. Si, supongo que con los años él se volvió algo predecible.
—Hija, con mis años, el mundo cada vez se torna más predecible— la corrigió—. Sabia que este día llegaría, que era cuestión de esperar. Díganme ¿en qué puede ayudar este humilde servidor?
La sonrisa se escapaba por cada célula del cuerpo del vástago y Remedios lo sabía. Rafael lo miró, más enojado aún. Apuesto a que, si lo dejara atacar, trataría de comérselo, pensó Remedios para sí. La idea le causó gracia, porque o Rafael le arrancaba el rostro y lo mataba a mordidas, o Saavedra y sus vasallos lo matarían en tan poco tiempo que ella podría tomar su café sin siquiera manchas de sangre en la mesa. Solo tengo que decir unas pocas palabras: "Te doy de alta". 4. 4 palabras y uno de sus enemigos caería muerto.
Pero, aunque la idea le daba cierto confort, ella sabía que le eran más útiles vivos. Así que solo se quedó callada, viendo como el vástago se pasaba la yema de su dedo por los labios limpiando lo que parecía sangre. Rafael no fue tan civilizado.
—Lo sabés perfectamente— dijo con una voz que asustaría a un hombre adulto—. No te hagas el vivo.
—No mi señor, eso me es bastante difícil a mi—. El mozo llegó con la bandeja y dejó ambas bebidas—. Medicamente estoy muerto.
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Colmillos y Sombras de la Revolución 1. La llegada del inglés.
Historical FictionTodo el mundo sabe que Buenos Aires, como tantas otras metrópolis mundiales esta manejado por una élite de vampiros. Pero ¿Cómo llegamos a esto? Bueno, para saberlos veamos un poco de historia, cuando allá en un lejano 1806, naves británicas arribar...